Verdad

 

Alejandro, Ximena y Jaime. Facultad de Ingeniería, UdelaR, 11/04/2025

El viernes 11 de abril de 2025, Matías, Julieta y Ximena, defendieron su tesis de grado de Ingeniería en Producción, con una brillante exposición sobre un proyecto para reducir las pérdidas en la cadena de suministro de manzanas en Uruguay. Una linda propuesta "revolucionaria y matemática", de las que hacen que valga la pena seguir formando ingenieros para fomentar el desarrollo nacional. La foto al cierre, con el bueno de Alejandro Spuntone, que acompañó a su hija, amiga de una de las nuevas ingenieras en la emergencia, hizo que se condensaran en un instante, mi propio pasado, presente y futuro, mi persona toda, sonriente.

Por un momento, imbuido de esa euforia, olvidé aquélla noticia, aquél mazazo, un golpe seco y brutal que aún resuena en el eco de mis días: ELA. Mi padre tiene Esclerosis Lateral Amiotrófica, un nombre bastardo, que suena a sentencia, una cuenta regresiva marcada por la crueldad de una enfermedad que roba la vida, mueca tras mueca, centímetro a centímetro, hasta dejar sólo el solo vacío.

Mi padre, papá, mi roca, mi guía, mi faro en la tormenta, ahora se enfrenta a un enemigo implacable, uno que le arrebatará la voz, la fuerza, la libertad. La vida, esa que siempre le sonrió, ahora se torna un laberinto oscuro, un camino sin retorno hacia la reseca muerte.

Y la rabia me consume, una amargura que se mezcla con la impotencia y el dolor. ¿Por qué él? ¿Por qué ahora? Las preguntas golpean en mi mente, buscando respuestas que no existen, consuelo donde solo hay desolación. Debe ser que estoy escribiendo esto, descalzo... Porque todos sabemos que un zapato, con suela, consuela.

Siento que el tiempo es agua (no oro, como promulgaba un ¿exitoso? locutor radial de origen armenio, en el programa televisivo de preguntas y respuestas), que ahora se escurre entre mis dedos, que los años por venir no serán suficientes para agradecerle, para devolverle siquiera una fracción de todo lo que me ha dado. Su amor incondicional, sus consejos sabios, su apoyo inquebrantable... ¿Cómo honrar todo eso en el ocaso de su vida?

La ELA es una enfermedad de mierda, una maldición que nos arrebata a los seres queridos, que nos deja con un nudo en la garganta y un vacío en el alma. Verlo languidecer, perder su autonomía, ser testigo de su lenta degeneración... por momentos se vuelve insoportable, he vuelto a tener ataques de pánico, la maldita glucemia se dispara incluso tras largos ayunos, porque pierdo el apetito cada vez que me preparo para estar un rato con él.

Pero en medio de la oscuridad, una luz tenue titila: la esperanza. La esperanza de que los avances científicos encuentren una cura, de que la vida le conceda un respiro, de que podamos exprimir cada segundo juntos, creando recuerdos imborrables, por qué no, de volver a encontrarnos, cuando ambos abandonemos esta dimensión antropomorfa y estemos todos juntos, allende la muerte.

Y en esa búsqueda de consuelo, me aferro a las palabras de Federico García Lorca, esas que La Trampa convirtió en canción: "El poeta dice la verdad". La verdad cruda, la verdad dolorosa, la verdad que nos enfrenta a nuestra propia fragilidad.

La vida es efímera, un suspiro en el universo, y la muerte, su compañera inseparable, nos recuerda nuestra condición de finitud. Pero en ese intervalo entre el nacer y el morir, existe el amor, la familia, la amistad, los recuerdos que tejemos juntos.

Mi padre, mi poeta, me enseñó a amar la vida, a valorar cada instante, a encontrar la belleza en las pequeñas cosas. Y aunque la ELA intente arrebatárnoslo, su legado perdurará en mi corazón, como un faro, como las canciones de MetallicA, como los textos de Umberto Eco, como los abrazos de mis hijos y los besos de mi esposa, guirnaldas en mi recurrente oscuridad.

El poeta dice la verdad, y la verdad es que mi padre es un héroe, un guerrero que lucha con valentía contra un enemigo invencible, cual Don Quijote contra los molinos de viento. Y yo, su hijo, trataré de estar a su lado, sosteniéndolo, hasta el último aliento.

Quiero llorar mi pena, y te lo digo...



Comentarios

  1. A seguir encontrando la belleza en las pequeñas cosas. Abrazo!

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. 10 palabras con más fuerza que toda mi colu(c)na en este Bló. Gracias. ¡Así será!

      Borrar
  2. Perdón por escribir sobre un tema secundario de todo lo que escribiste, pero hacer ayunos y pasar horas sin comer es muy negativo para los diabéticos. Ánimo y a lucharla.

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Ustét quedesé tranquilo, que desde que tengo el sensor electrónico de glucosa en líquido intersticial, tengo alarmas programables que avisan en caso de tendencia alcista o bajista, lo cual deja poco margen para el relajo. Si hay que comer, se come (¡fuertes declaraciones!).

      Borrar
  3. Gracias por compartir.
    Abrazo Jaime.

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Me honra con su lectura, Dollo. Veo que estuvo leyendo las colu(c)nas de Jimes y la mía, sucesivamente, la verdát que Jimes se despachó con excelencia en esta nueva entrega.

      Borrar
  4. Por suerte la ciencia prioriza debidamente la búsqueda de cura a enfermedades tan hijas de puta como la ELA, en lugar de perder tiempo y recursos en boludeces como pastillas para que se nos pare el pito a los 80 o en darle a la selfie que nos sacamos cagando una estética similar a los dibujos de Studio Ghibli.

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Antes de publicar, piense si su mensaje puede llegar a herir a alguien. Gracias.