Comienzo a escribir esta columna un lunes de mañana y de fondo escucho la inconfundible voz del maragato Cabral diciendo que la radio solo necesita uno de los sentidos para ser: el oído. Si bien en estos tiempos de podcast, streaming, bajadas y mov podemos cuestionar esta afirmación, yo me animo a hacerlo recurriendo a experiencias de muy viejos tiempos. Hoy les invito a conversar sobre cómo la radio nos ha invitado a poner nuestros cuerpos en juego antes de que las “nuevas” tecnologías de la información y la comunicación avanzaran en todas las esferas de nuestras vidas.
Es cierto que uno de los ingredientes esenciales de la radio es la palabra. El chileno Maturana decía que "lo humano se da en el lenguaje" y es verdad que gracias a las palabras construimos realidades, conversamos y recreamos la vida en múltiples formas. Y a pesar de que en un programa podamos seguir un libreto o tener escritas las columnas de antemano, siempre estamos poniendo en juego la oralidad con sintaxis y neologismos espontáneos , donde las emociones y los sentimientos se abren camino a través de risas, llantos o malas palabras. Y a esto se suma la música, los sonidos y los silencios. Y si bien es cierto que muchos de nosotros hemos escuchado radio de forma itinerante, haciendo algo más mientras tanto, ya sea en el trabajo o en casa, hay una hermosa certeza en eso de que alguien nos esté hablando en ese momento que nos da tranquilidad y hasta felicidad.
Alguien me contó una vez que estando en su casa se tenía que mover de habitación en habitación y por eso en cada una de ellas tenía una radio clavada en cierto punto del dial y así no perdía ni un segundo de su programa favorito. Claro que ahora al llegar a casa y ponerme a regar las plantas, meto el celular en el bolsillo y puedo escuchar el programa que fue hace unas horas... pero me pierdo de mandar mensajes o responder consignas de algo que ya fue. Porque justamente lo que pasa entre quienes están en el estudio y quienes estamos “del otro lado” es una conversación.
Para la española María de los Ángeles Cabrera entender que el escucha es un interlocutor y que ese diálogo debe cuidarse “favorece una relación más estrecha entre el medio y sus audiencias, así como un mayor sentimiento de pertenencia a una comunidad en los usuarios y a su vez mayor participación”. Pensando en que la construcción de estas comunidades podían llegar a ser “terceros lugares” la semana pasada largué una botella al mar en el Plas, grupo de Whatsapp de oyentes de Todo por la misma plata, preguntando por experiencias de radio.
Una de las “nuevas”, Esther se definió como “una oyente consumada, contumaz y consuetudinaria de radio”. Me contó que ella es de la época de Planetario, Caras y Más/caras, Abrepalabra, programas que también he escuchado en mis años mozos. Recuerdo llamar a los tres, leer libros de la biblioteca circulante de Ferreiro e ir a varios encuentros organizados por Rey, llamado Tenedores Unidos, uno seguro fue en la extinta La Liguria. Con respecto a la interacción, Esther tiene un sentimiento ambivalente, por un lado siente que a veces nutre y hace que nos sintamos parte de un todo afín a uno, pero también puede llegar a abortar la magia...
Otro programa que marcó mi niñez y adolescencia fue La rueda de amargueando en la 44. Y al contarnos nuestros pasados supimos con Mónica, también del Plas, que compartíamos mucho:
“Me juntaba con una compañera de clases a hacer prácticos de matemáticas y escuchábamos La rueda de amargueando. Cuando cumplieron un año de programa fuimos a saludar y le llevamos una torta que compartimos con ellos. Ese día conocimos a otros compas de la radio y estaba uno de los directores que nos invitó a darles una mano en la mesa de entrada”.
Y ese primer vínculo como oyentes pasó a ser laboral y también a formar parte de rutinas de paseos grupales. La Rueda organizaba salidas y más adelante se jugó con viajes a Cuba, como muchos recordarán. Los oyentes y conductores plantaron juntos ibirapitás en el Parque Rodó, se hicieron amigos. Mónica incluso descubrió que un compañero era vecino y de ahí se juntaban a conversar, tomar mate y compartir comidas, más allá de la radio…
Otra de las respuestas que recibí atravesó fronteras latinoamericanas y destrabó recuerdos de adolescente de Juan Guillermo. Él me contó que cuando estaba en el liceo oía un programa de radio llamado DyD, Dilo y díselo que organizaba una fiesta anual y cuando fue mayor de edad pudo ir a un par. Me cuenta algo muy 2000: en esa época no había WhatsApp y el programa de radio usaba un chat de mIRC donde los escuchas interactuaban. También me compartió este enlace que me resultó muy divertido porque da muestra del nivel de locura, complicidad y cariño que este programa manejaba con sus oyentes.
Por su parte, The Unforgiven me contó que en los 90 fue parte de la Comunidad de Ajo y Agua en X FM, liderada por el Flaco Esmoris que luego derivó en el programa de televisión Malo, pero nuestro. Se hacían encuentros tipo "tertulias" donde se leían textos disparadores, generando una especie de "catarsis creativa", que luego se integraba a los libretos o improvisaciones. Por ejemplo, los relatos de suspenso que se generaban en esos encuentros eran luego leídos al aire por el personaje La Sombra. Luego estaban los “clásicos literarios” cuyo estreno implicaba un ritual, las “misas”. Al salir del liceo se iba a la casa de amigos oyentes a escucharlas en vivo. Según me cuenta, era todo autoconvocado, no generado desde la producción del programa. Los conductores podían o no participar pero en definitiva ese “despelote anarquista, una especie de Monty Python de oyentes desordenado y enloquecido”, al decir de The Unforgiven, era lo que nutría al programa de mil maneras. Lo que salía al aire eran muchas veces reverberaciones de esos encuentros.
Después la mamá de Vic la nueva, supo de mi pedido y enseguida quiso colaborar. La divina de Sandra me contó que lo más parecido a una comunidad de oyentes lo vivió por la década del 80 con CX30 La Radio, específicamente con los programas de Germán Araújo: “Creo que fue para las elecciones internas de los partidos políticos, que el FA ni siquiera participaba. Nos inscribimos (de forma presencial) en la radio, para actuar de "corresponsales" en los diferentes circuitos, allí donde votáramos y los del mismo local, para enviar los datos del escrutinio primario, por teléfono de línea a la radio". Y también estaban los sorteos por entradas para el teatro o peñas "y como siempre tenías que pasar por la radio a levantarlas terminabas conociendo a la gente de ahí ya otros que andaban en la misma que vos." Eso de andar en la misma me enamoró, pero es verdad que para eso era fundamental que existiera el programa y en este caso particular su conductor. Sandra define a Germán como la argamasa que los unía: "Cuando clausuraron o suspendieron la radio (no me acuerdo), él hizo huelga de hambre en un apartamento de 18 de julio a dos cuadras de Bulevar Artigas. Todas las tardecitas se hacían concentraciones y ahí te juntabas y te abrazabas con gente que nunca habías visto, pero que nos sabíamos de la misma tribu".
Luego, Javier, el uruguayo más marplatense del Plas, se comunicó tímidamente conmigo. Él tiene recuerdos de muchos programas pero algunos se quedaron fuerte en su memoria: uno era Mundo cañón, por sus conductores supo de música nacional y además hacían unos excelentes reportajes. Otro era Tripulantes del alba donde Martín Duarte y Ana Laura Baggi hacían "una dupla excelente y tenían una comunidad de oyentes destacados. El más emblemático era Gustavo Adolfo de Laguna del Sauce, me enteré de su fallecimiento ya estando acá cuando volví a escuchar radios uruguayas, creo que en un programa de Gabard."
Me nombró otros: Sabuesos, Mateína y más lejos en el tiempo Las naves de los locos del Corto Buscaglia. Ahí destrabó otro recuerdo, esta vez mío. Yo tendría 13 años y llamaba por teléfono (¿era Emisora del Palacio?) para participar. Yo era Draculita Pérez en honor al personaje de Blankito. Una compañera de liceo era la Dendrita Paranoica. Ambas sabíamos quiénes éramos en la clase pero en las noches, pegadas al tubo telefónico, éramos otras…
Termino con los cuentos de Sebastián que se declaró oyente de De arriba un rayo y también de Todo pasa. De DAUR me confirmó que había una comunidad de oyentes: “éramos casi siempre los mismos”. A pesar de no encontrarse a propósito, si se cruzaban en recitales de la Trotsky “sí sabíamos quiénes éramos”. También está la comunidad del rayito que, aún hoy, sin que el programa siga, se dedica a ayudar en merenderos y otras acciones sociales. Me cuenta que si bien había remeras del programa la forma de juntarse era dinámica, casi espontánea: "Ejemplo: En una noche de la nostalgia Amílcar arregló con un oyente que iban a ir en composé, ambos de traje blanco. Cumplieron. Ellos eran el nexo y sí se juntaban con oyentes en ocasiones como esas de fiestas pero no organizaban un vamos a juntarnos solo los rayitos a tomar una".
Como acá también tenemos un Jefe que hace de argamasa tengo miedo de que venga a decirme que quedó muy larga, y la columna también. Pero siento que no podía dejar ningún testimonio afuera porque en todos pude percibir el amor y la posibilidad de ser con otros que les dio la radio en sus vidas.
La tentación de arrancar con mi historia personal como oyente es mucha pero creo que la columna post balotaje da cuenta de cuántas cosas me pasaron gracias a la radio y, en particular, a Todo por la misma plata y su comunidad de oyentes. Por eso, para hacer una síntesis y ponerme seria le pedí ayuda al chat GPT y el chino identificó las siguientes ideas y emociones más destacadas de los testimonios recibidos.
Ideas
1. La interacción entre oyentes y programas de radio crea comunidades:
- La relación cercana entre los medios y las audiencias puede generar un fuerte sentimiento de pertenencia y compromiso.
- Los programas de radio han funcionado como espacios de encuentro, conexión y construcción de comunidades.
2. Evolución de los medios y las formas de interacción:
- En décadas pasadas, los oyentes interactuaban a través de teléfonos, cartas o encuentros presenciales. Con el tiempo, se incluyeron chats en línea (como mIRC) y otras tecnologías.
- Algunos programas usaban estos encuentros para nutrir su contenido, haciendo de la comunidad un actor activo en la producción.
3. Los oyentes como protagonistas:
- Los oyentes pasaron de ser simples receptores a participantes activos, ya sea ayudando en la producción, organizando eventos o incluso generando contenido que alimentaba el programa.
4. La conexión emocional como motor principal:
- Los vínculos creados a través de la radio iban más allá del medio, llevando a amistades, redes de apoyo y recuerdos significativos.
Emociones
1. Nostalgia: los testimonios están impregnados de recuerdos de infancia, adolescencia y juventud, donde los programas de radio jugaban un rol central en la vida cotidiana.
2. Sentido de pertenencia: los oyentes se sentían parte de algo más grande, una "tribu" o comunidad unida por intereses y valores compartidos.
3. Ambivalencia: algunos expresan sentimientos mixtos sobre la interacción con los medios, reconociendo tanto sus aspectos enriquecedores como aquellos que pueden "romper la magia".
4. Admiración y gratitud: los conductores y programas son vistos como pilares de estas comunidades, con un profundo respeto hacia su trabajo y las conexiones que facilitaron.
5. Solidaridad: ejemplos como la comunidad del "Rayito" muestran que las conexiones construidas a través de la radio han derivado en acciones concretas de ayuda y apoyo social.
Yo creo que Ray me daría permiso para calificar a las comunidades de oyentes como una suerte de "terceros lugares", ¿ustedes qué opinan?
Para terminar esta columna de fin de año quiero agradecer. Primero a quienes respondieron aquella botella al mar en el chat del Plas e hicieron posible esta entrega. Luego a Andrés por darme la oportunidad de despuntar el vicio de la escritura acá en el blog. Luego a quienes se toman el tiempo de leerme y me comentan por acá o en privado sus pareceres. Por último, al Plas por ser una hermosa comunidad de oyentes y a los Cariados por transformarse en parte de mi vida y mis afectos.
Inmensa, gracias por poner en caracteres los pensamientos, un abrazo de dos vueltas.
ResponderBorrarPreciosa columna. Viva la radio siempre!!!
ResponderBorrarMuchachos!! Gracias mil por la lectura y los comentarios!!! Viva!!
ResponderBorrarFlor de entrada. Que buenos recuerdos me trajiste el otro día y a raíz de eso le escribí a un amigo del liceo con quien oiamos ese programa. Ahora vive en milán y fue tremendo para el recordar
ResponderBorrarQué belleza esa resonancia, Guiie! Gracias a vos!
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