El año está por terminar y, si usted, al igual que yo, es un interesado en las predicciones astrológicas, sabrá que hemos entrado en la era de Acuario, la antesala de una revolución cósmica y espiritual. Sin lugar a dudas, la actualidad nos apremia a que esto ocurra, ya sea mediante los astros, la conciencia o, quizás, producto de la alquimia misteriosa del amor.
En una industria musical saturada de talentos efímeros y éxitos fugaces, Diego Rossberg es conocido como el cantante principal de la banda uruguaya Cuatro Pesos de Propina, reconocida por su estilo que mezcla ska, reggae y rock, con letras que abordan temas sociales y humanos. Lideró la banda durante 16 años, dejando una huella significativa en la escena musical de Uruguay.
Con una voz decidida, profunda y dulce, Diego logra la amalgama del cuentista con la del más fino intérprete, dando vida a sus letras, al igual que Geppetto hizo de una marioneta su hijo.
En 2016, anunció repentinamente su carrera como solista. En sus palabras, buscaba priorizar su crecimiento personal y espiritual, colocando al "ser" antes que a la música.
Tras su salida, lanzó el álbum Solo es un juego, una colección de temas que no habían sido incluidos en discos anteriores de Cuatro Pesos de Propina. Este trabajo refleja su visión filosófica, en la que considera la música como una herramienta para acompañar el viaje espiritual y humano. Además, Diego ha explorado un formato más íntimo de guitarra y voz, acercándose a su público desde una perspectiva más personal y libre.
El humilde trovador Rossberg |
Rossberg sigue desarrollando su identidad artística como solista, ofreciendo presentaciones que combinan canciones de su etapa con la banda y nuevas composiciones. Su legado en la música uruguaya es un testimonio de autenticidad y evolución creativa.
Se lo puede ver subiéndose a un ómnibus, actuando en el Teatro de Verano, entregando en persona alguno de sus libros o recorriendo el barrio en bicicleta, de camino a la escuela a buscar a sus hijos.
A quien también se podía cruzar uno por los cafés de Pocitos o la Ciudad Vieja era al escritor y pensador Eduardo Galeano.
Desde joven, exploró diversas facetas laborales: desde cajero de banco hasta caricaturista político, antes de consagrarse como periodista y escritor. Su debut literario con Las venas abiertas de América Latina (1971) desnudó siglos de opresión colonial y económica, convirtiéndose en un manifiesto contra la explotación en el continente. Este libro, traducido a más de 20 idiomas, fue censurado por dictaduras en Uruguay, Argentina y Chile.
El golpe de Estado de 1973 lo obligó a exiliarse, primero en Argentina, donde fundó la revista Crisis, y luego en España, donde escribió la trilogía Memoria del fuego (1982-1986), una obra que reinventó la narrativa histórica al conjugar el mito, la crónica y el testimonio. Regresó en 1985, con la restauración democrática, y continuó su activismo literario y periodístico, publicando obras como El libro de los abrazos (1989) y Espejos (2008), que capturaron historias de lucha, resistencia y humanidad.
Premiado internacionalmente, Galeano recibió honores como el American Book Award y el Cultural Freedom Prize, además de doctorados honoris causa en prestigiosas universidades. Su legado trasciende fronteras, fusionando la narrativa literaria con el compromiso político, uniendo lo personal y lo colectivo en una crítica cada día más válida acerca de las estructuras de poder.
Él se definía como un "sentipensante", palabra que tomó de los pescadores colombianos: alguien que siente y piensa al mismo tiempo, que, al igual que ellos, ata y desata nudos en paralelo.
Hoy me asalta el recuerdo de un hermano de la vida contándome cómo, mientras trabajaba como mozo en Londres —exiliado económica y socialmente de este país en ruinas—, escapó corriendo de una tienda con Las venas abiertas bajo el brazo. Lo leí después de aquel cuento, descubriendo que en mi casa existía una primera edición de aquella joya, propiedad de la única mujer con la que fui capaz de casarme. Ese libro marcó para siempre mi manera de ver el mundo.
También recuerdo a mi gran amigo Alfredo, mientras trabajábamos en un centro comercial de Barcelona —hoy profesor de Historia en una universidad—, enrostrarme mi nacionalidad gracias a los pasajes del mismo libro.
Galeano dejó este plano en 2015, legando una obra que sigue siendo faro y refugio para quienes buscan justicia social y una relectura del pasado como guía hacia un futuro más equitativo.
Galeano |
A veces pienso que mi inclinación natural, mi oficio soñado y mi cruz es imaginar y, algún día, "sentipensar", como me ocurrió la primera vez que escuché la canción Mi revolución. Me emocioné hasta las lágrimas, sintiendo una empatía como pocas veces había experimentado, por mi dolor y el ajeno.
Sin embargo, este año la imaginación ha cedido ante la realidad: una realidad cruda y, en ocasiones, desgarradora. Tratar de ponerme en el lugar de alguien cuyo ser querido ha sido secuestrado me lleva a la paradoja más absurda: el gato de Schrödinger. Imaginar ese sufrimiento evoca rostros de familiares buscando a desaparecidos, niños corriendo entre escombros en un intento de escapar del horror.
Nos cuesta, con el tiempo cumplido y el partido jugado, disfrutar del resultado o aceptarlo. Entender que cualquier Estado no es más que una fachada que encubre instituciones lideradas por personas que, como usted o como yo, luchan por sostener su propia vida mientras pretenden dirigir los destinos de una nación o del mundo entero.
Todos esos chirimbolos y deseos de felicidad hechos de brillantina palidecen entre las bocinas de los conductores apurados, agotados como maratonistas que, tras kilómetros de esfuerzos interminables, se desvanecen justo antes de cruzar la meta, anhelando solo descansar del duro trayecto. Todo ese caos que nos consume y que también consumimos, junto con tantas cosas que hacemos sin realmente creer en ellas.
Quizás el próximo año pueda, al igual que Galeano o Rossberg, emprender mi propia revolución. Ojalá usted también concrete sus ideales en una realidad tangible o, al menos, intente esparcir en el viento el amor que aún le quede dentro.
NUEVO AÑO
ResponderBorrarPor Eduardo Galeano**
Me gusta saludar por lo que empieza más que por lo que termina. Me gusta más la esperanza que la melancolía. Me gustan más los proyectos que los fracasos. Me gusta pensar que adelante hay más vida.
Lo decimos todos los años: diciembre no es un mes fácil. Corridas, angustias, excesos, conflictos de lealtad, los que no están, los que están solos, los que están con alguien, pero mal, los que deben estar con quien no quieren estar.
Y algunos, más sobrios, más frugales, que entendieron por dónde va la cosa: por no forzar lo que no sale, por no imponerse una felicidad que, en ocasiones, no se siente, por entender que no se juega el amor de las personas queridas porque no puedan levantar con vos la copa el 31 a las 12.
Pensemos más bien en comienzos, en cuaderno nuevo, en ropa a estrenar, en sacarnos de encima lo que ya no sirve, lo que ocupa espacio inútil.
El mundo cambia rápido, a veces tanto que no llegamos a comprenderlo. Pero es una buena oportunidad para ir cambiando junto con los demás. Para juntarnos a pensar, a hacer, sentir, dar, amar. Para rebelarnos contra lo injusto, para ser un poco más libres, para ganar más consideración por los demás, para respetar y ser más inclusivos, más solidarios, para abrir la cabeza y pensar distinto. Mirá cuántas cosas podemos hacer juntos. El mundo está cambiando, sí. No te preguntes si es para mejor o no. No pasa por afuera, vos sos parte y serán los cambios de los que participes. Serán los amores y las relaciones que quieras construir, los amigos que elijas, las causas en las que milites, los tiempos que decidas tomarte para vos. No camines rápido, no vas a aprovechar más el tiempo, al revés, se pasará sin que lo veas.
Así que en estos días, cuando todos corran al supermercado y a los centros comerciales, andá al parque, caminá lento, mirá el cielo, escuchá los pájaros, observá a los demás. Y dale la bienvenida a lo nuevo. Estás de estreno. Siempre.
Muchísimas gracias Esther, por compartir tan lindo texto y por leer!!!
BorrarLa referencia al felino indefinido de Schrödinger me desorientó en este caso. No obstante, la colu(c)na es muy disfrutable. Eso sí, tengo mis reparos respecto a la persona del que sería, yo para mí, pienso de qué, es el calvo músico, porque familiares cercanos supieron acompañarlo en su derrotero artístico, lo que los llevó a vivencias compatibles con aquello de que "no es oro, todo lo que reluce". Finalmente, Galeano, sí, sí y otra vez sí. Excelente narrador de sus propios textos, una especie de abuelo que varios (sino todos) los uruguayos alguna vez quisiéramos tener. Gracias por sus renglones, JPF.
ResponderBorrarSiempre es un honor y un placer recibir tus comentarios. En cuanto al gato de Schrödinger, mi intención es transmitir el absurdo de no saber si aquellos a los que me refería están vivos o muertos, están en un limbo. En cuanto a la información mas reservada, espero lo podamos comentar en la cena de fin de año de colucnistas que invita el señor Andrés Reyes. ¡Un abrazo y gracias por estar!
BorrarBravo Juan, después de tu lírica, sobran palabras. No queda nada más que agradecer
ResponderBorrar¡¡¡Gracias, muchas gracias a vos!!! Como se nota que somos amigos!!!!
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