El martes me enteré
por las redes de que Mili no soportó más. Cuando tenía 15 años fue violada por
cinco varones de entre 17 y 18 años. Vivió un calvario sola durante 12 años
hasta que pudo hablar. Intentó denunciar, pero el delito prescribe en 10 años
luego de que la víctima cumple 18. Igual lo hizo público. Salió a la prensa, se expuso para encontrar justicia. La justicia nunca llegó, y
no soportó más. El viernes decidió terminar con su dolor. Porque con su vida
terminaron sus violadores, los testigos que fueron indiferentes, el Estado y
las instituciones. Mili pidió ayuda hasta el último minuto. Mili se suicidó en
el baño de la mutualista a donde fue a pedir asistencia…
En el marco del
proyecto “Autonomías colectivas contra la violencia de género”, coordinado por
Soledad González y Laura Barceló, se realizó un informe liderado por Tamara
Samudio. El informe se basó en el testimonio de 54 mujeres que participaron de
10 grupos de trabajo, dispersos por todo el territorio uruguayo. Voy a destacar
sólo algunas cosas que se desprenden de él y les dejaré el documento para que
ustedes lo lean.
En una parte de
la encuesta se les preguntaba a las mujeres por los efectos en su salud mental
a partir de la situación de abuso sexual. En la opción de si se habían
lesionado o había tenido pensamientos de autoeliminación, 29 contestaron que sí,
19 que no y 6 no respondieron. Otra de las consultas era si habían intentado
quitarse la vida. En esta opción 20 contestaron que sí, 24 que no y 10
decidieron no responder.
Teniendo en
cuenta el número alto de mujeres que respondieron que sí a las dos preguntas,
quiero detenerme en las que no pudieron contestarlas, incluso cuando los
resultados eran anónimos. Estas mujeres no pudieron ni siquiera anónimamente
reconocer ese dolor.
No tengo muchas
cosas para decir. La verdad, conozco el dolor de Mili. Conozco no soportar más
el dolor. Conozco tomar la decisión de terminar con ese dolor. Yo tuve
respuesta. Tuve una familia y una red que me sostuvo. Conocemos a Mili porque
ella salió a gritar por ayuda. Pero muchas no tienen voz ni fuerza y sus vidas
terminan igual.
No minimicemos la
necesidad de otres. Como dice mi amiga Andre, usemos el “superpoder de estar”.
Ojalá Mily ahora tenga la paz q acá no pudimos darle... Justicia x ella y x todas las milis!!
ResponderBorrarUn caso conmovedor. Qué importantes son las redes de contención, aunque no me queda duda que su familia hizo lo que tuvo q su alcance. Que no se haga justicia es desolador y una muy lala señal para quienes han pasado y están pasando por esto. Estamos en el debe
ResponderBorrarVergüenza social. Que no se naturalice, que nos conmueva y no prescriba la idea de que pudo haberse evitado.
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