Ore mi Alfred

Como lo prometido es deuda, vuelvo atrás hasta 1990 y a Nigeria para recordar a mi amigo Alfred.

Cuando llegamos a Nigeria, contaba la otra vez, que por asuntos de seguridad la empresa no permitía a nadie de los empleados a manejar o a andar solo por la calle. Para tal fin, tenía contratados a choferes locales. 

Nigeria era (y creo que sigue siendo) un país peligroso, ya desde antes de su guerra civil -conocida como la Guerra de Biafra- fue tierra de disputas y luchas tribales, nunca fue un lugar tranquilo. 

Biafra se llamaba a un territorio del sudeste de Nigeria y el conflicto y la lucha por la secesión de Biafra, liderada por el coronel Odumegwu Ojukwu, fue producto de tensiones políticas, económicas, étnicas, culturales y religiosas que precedieron a la descolonización británica entre 1960 y 1963. 

Todo el despelote -¿cuándo no?- giraba en torno a revueltas para liberarse de los ingleses que estaban afirmados como pedo de elefante a los yacimientos petroleros -¿cuándo no?- y hartos de la dominación esclavista. Desde entonces siempre anduvieron de idas y vueltas de revoluciones y revueltas que se agitaban de cuando en cuando, y que casi siempre terminaban en dictaduras militares. Hubo más de una docena de golpes de estado desde el 60 para acá. Recién desde 1999 se han sucedido gobiernos no militares. 

Hasta el día de hoy y pese a todo su petróleo, Nigeria sigue siendo un país terriblemente pobre y desigual socialmente. Aunque los británicos se fueron, después llegaron las petroleras americanas, Shell, Esso, Texaco y Chevron, y la historia siguió mas o menos igual: siempre hay sabotajes a oleoductos, robos de petróleo, y empezaron a formarse por esa época organizaciones piratas en el golfo de Guinea que son casi todas nigerianas, y que secuestran desde petroleros hasta barcos cargados de mercadería con el fin de vender la mercadería, pedir rescate por el barco o pedir rescate por los tripulantes. 

No necesito decir que un hombre blanco en Nigeria vale mucho dinero (y no hablo de alguien del partido nacional). Ssaben que siempre un extranjero que esté en Nigeria está ligado a una corporación petrolera o que trabaja para el petróleo, como en nuestro caso. Dicho esto, confieso -hablando en criollo- que siempre anduve con el culo a dos manos esos tres meses.

Por aquel entonces, antes de nuestra llegada hubo una más de estas revueltas con intento de golpe de estado y el ambiente estaba caldeado. Pasamos decenas de controles militares a la llegada, en el viaje desde Lagos (excapital y aeropuerto) a Warri (Delta del Niger), un viaje de 7 horas, todo el día, las carreteras bastante maltrechas y viajábamos en una camioneta Volvo último modelo con un chofer negro y tres blancos atrás: Enrique, un ecuatoriano que conocimos allá y yo.

Pese a los nervios, en cada control con soldados armados hasta los dientes, en medio de la selva, todo transcurrió sin problemas. Era solo parar, dejar hablar al chofer, nos pedía que bajáramos y abriéramos el baúl de la camioneta, revolvía, veía un par de instrumentos y hasta creo que el chofer pasaba unas nairas ($$) por debajo, y seguíamos.

El golpe el día anterior a que llegáramos.

Alfred era el chofer asignado a nosotros, un pibe flaquito, de unos 26 o 27 años, amable y risueño, los dientes como perlas brillaban todo el día, y resaltaban de la piel negra y lustrosa al rayo del sol. Se reía y hacía chistes, siempre de buen humor.

Los choferes nos llevaban a todos lados, al súper, al mercado de la calle, a comprar cosas, o rollos de fotos o lo que fuera. Esto era parte de su trabajo porque la empresa no quería que los empleados socializaran en la calle, por lo que decía más arriba, el riesgo del secuestro siempre estaba presente y además de peligroso, las chances de que te afanaran  con los precios pagaba 1,0001. 

No había forma de disimular que eras extranjero: en un mar de gente negra, un blanco se ve a 10 cuadras, y es candidato al desplume. Además, caminar es imposible porque los niños pidiéndote comida, plata o lo que sea alrededor no te dejan caminar. Por eso dependíamos de los choferes.

Si preguntabas por algo y te decían que te costaba 20 Nairas, si iba a comprarlo Alfred volvía y te decía “aquí tiene, Master, costó 7” y vos sabías que Alfred se había quedado con 2. Así funcionaba.

Todos los de la empresa, y otras empresas extranjeras, vivíamos en un “campound” que sería campamento, pero en realidad era un predio cerrado, así como un country con muros de 3 metros y alambre arriba y control de entrada. Adentro había casitas dúplex donde nos alojábamos de a dos o de a tres, había gente de muchas empresas y todos las nacionalidades.

Por otro lado, al llegar del trabajo al “campamento”, había otra norma de los suecos: “Mantengan a los choferes afuera de las casas”. Pese a algún reto que otro de los jefes suecos, nosotros igual charlábamos con ellos en bancos en el jardín entre cervezas y cigarros, y algún partido del mundial del 90 con la tele mirando para afuera, y celebramos todos cuando el vecino Camerún humilló a Argentina frente al mundo en el partido inaugural de Italia 90 en el San Ciro. Camerún era toda África aquel día, y toda África celebró.

                             

El salto imposible de Biyik y la incredulidad de Sensini y Fabbri, Burruchaga de espectador de lujo del mejor gol de apertura de un mundial, Pumpido sorprendido apenas la rozó con las manos y su rodilla que la terminó de meter.

Nigeria fue cuna de la exportación de esclavos, de hecho hay una playa que se llama “Esclavos Beach” (playa de los esclavos) donde había una plataforma a la que íbamos a trabajar y era uno de los lugares donde se cargaban los barcos negreros en el siglo 18 y 19.

Tan arraigada estaba la cultura esclavista que tanto los choferes como cuaquier persona que no pertenezca a la clase acomodada nigeriana, se dirigen a los blancos como “Master” (amo), toda oración empezaba o terminaba con “Master”:

“Sorry, Master”, “Master, the car is ready”, Master esto o Master aquello.

A nosotros nos rompía las pelotas y al principio les decíamos que no eramos masters de nadie, pero era una lucha imposible, siglos de esclavitud no desaparecen por ley.

Ore mi ⁽¹⁾Alfred.


Todo un símbolo que pinta la realidad nigeriana: un niño juega con cocos sentado en un oleoducto de Shell cerca de la refinería de Escravos Beach.

Nuestra rutina por los siguientes tres meses fue convivir 24 horas del día en ambiente laboral, no zafabas de los jefes de tu laburo, porque cuando volvíamos a casa, los jefes vivían a un par de casas más allá.

Era algo así: te levantabas a las 7 a desayunar con todos los de la empresa en la “casa comedor” donde había un cocinero que cocinaba para unos 10 tipos, y nos preparaba los sándwiches para el almuerzo que nos llevaríamos envueltos en papel de aluminio, el cocinero también tenía los frascos de remedios DE TODOS, y nos repartía a cada cual su cócktail OBLIGATORIO de pastillas para la malaria y fiebre amarilla (una por día), salíamos en el jeep media hora hasta el puerto, después entre una hora o dos de lancha dependiendo de a qué plataforma fuéramos a través de un delta pantanoso, subir todo a la plataforma (herramientas, manuales y equipos), laburabamos tres o cuatro horas, y salir a las 3 de la tarde porque no podía quedar nadie en la plataforma después de esa hora por ley de la NNPC (National Nigerian Petroleum Corporation), lancha... para atrás, jeep de nuevo, cervecitas y picar algo, a dormir y al otro día todo lo mismo otra vez, todo adobadito con un calor de unos 35 grados día y noche y los mosquitos que ya ni los matabas. 

Una práctica imprescindible era dejar la casa abierta mientras tomábamos la cervecita en el jardín, porque durante el día hacían la limpieza de la casa, dejaban todo impecable las chicas, pero el olor a alas que quedaba en toda la casa era insoportable.

Viaje al trabajo, choferes reunidos frente a los alojamientos, y Páppa, el capitán de una de las lanchas.

Así llegó el día de irnos y como no podía ser de otra manera, Alfred nos llevaría de regreso a Lagos, en el viaje en auto que lleva todo el día. Yo a esta altura ya me había avivado que había regalado U$S 100 al pibe del aeropuerto tres meses atrás. De camino, otra vez entre charlas y controles militares, nos paran en una barricada con control militar más, como tantas otras. 

Eran como a las 4 de la tarde, en el medio de la nada. Alfred se detiene como siempre, habla con el soldado en yoruba⁽²⁾, el soldado “poronga” se notaba bastante ebrio, todo camuflado, sudado, ojos inyectados, lleno de correas de balas y empuñando una AK que no dejaba de revolear apuntando el caño hacia todos lados que me tenía con los pelos de punta.

Mete la cabeza al auto y le dice a Alfred esta vez en inglés (obviamente le hablaba en inglés a Alfred para que nosotros entendiéramos) “¿que hacés con gente blanca en el auto? Negros como vos, que sos una mierda de persona", son los que le hacen mal a Nigeria trabajando para los blancos, sos un traidor, una basura”.

Yo pensé "uy, uy, uy..."  le dijo un par de piropos más que no entendí mientras miraba los papeles del auto y la carta de la empresa. Le dio la libreta de conducir y dijo “okay” y se dio vuelta,  a lo que Alfred entendió que podía irse. Entonces movió el auto 10 cm. Y paró en seco cuando vio al soldado que volvió sobre sus pasos hacia el auto violentamente y le gritó:

"¿QUE HACÉS!? ¿QUIÉN TE DIJO QUE TE FUERAS?,  ¡yo dije OK solamente! No dije que te fueras, ¿POR QUE QUERES IRTE?  ¡BAJA DEL AUTO!"

A todo esto, nosotros quietitos... y el soldado ebrio que le grita a Alfred: "ARRODÍLLATE AHÍ CON LAS MANOS EN LA CABEZA!!" Y lo lleva a un par de metros delante del auto. Alfred obedece  y se arrodilla al rayo del sol, delante del auto al costado de la ruta mientras el milico le apoyaba el caño de la AK-47 en la mollera e insistía “¿Por qué te querés ir, eh, eh?  ¿Que hacen acá?”  Entendimos claramente el mensaje de que esta mierda humana había escogido el lugar bien frente al parabrisas para que presenciáramos el macabro espectáculo en primera fila, que lo viéramos.

No es Alfred, es una foto moderna pero la imagen me resulta terriblemente familiar.

Alfred miraba el suelo resignado a lo que sea, mientras sus lágrimas caían en el polvo de aquella banquina, sin siquiera pasar por sus mejillas. Yo pensaba: “la concha de la madre, este lo va a limpiar acá nomás en cualquier momento”. Empecé a rezar, casi ni nos mirábamos entre nosotros, el soldado nos miraba cada tanto pero no se metía con nosotros. Solo parece que distfrutaba que viéramos aquella humillación (yo seguia rezando para que solo fuera humillación) a que era sometido el pobre Alfred por culpa nuestra, le empujó la cabeza hacia abajo con el caño unas 15 veces y parecía disfrutar que nosotros no supiéramos cuando iba a apretar el gatillo, porque con el caño en la cabeza de Alfred, miraba hacia el auto en clara señal de “¿están viendo, no?”.

Así pasaron unos 30 eternos minutos, más o menos. Es difícil calcular el tiempo en esas circunstancias. Una eternidad. Alfred cada vez más doblado en sus rodillas y el soldado que iba, se reía con los otros, prendía un cigarrillos y volvía... le apoyaba el caño de nuevo, lo insultaba un poco y se iba.

En uno de esos amagues, le dijo: “PARATE Y ANDATE, LLEVATE A ESOS BLANCOS DE MIERDA DE MI VISTA”. Yo respiré aliviado pero pensaba: "este nos va a cagar a tiros al salir". Pero no, seguimos y nos fuimos.

Le dijimos a Alfred que parara unos kilómetros más adelante porque seguía temblando y llorando de impotencia. Tomamos agua caliente de las botellas, respiramos un poco y seguimos sin contratiempos.

Fue la primera y la única vez que vi apuntar a alguien en la cabeza en vivo delante de mí, y creí que lo mataban. Me marcó para siempre, no podré olvidar mientras viva los ojos llorosos y más rojos que nunca que parecían dos heridas en la piel negra de Alfred, ojos que nos miraban de reojo cada tanto mientras estaba arrodillado sin que lo notara el soldado, resignado a su suerte. Parecía decirnos:  “perdón, Master, por el contratiempo”. Por primera vez en meses, en la cara de Alfred no estaban los dientes brillantes como perlas adornando la sonrisa.

Nos dejó en el hotel por última vez, nos saludamos con un abrazo y nunca más supimos de él.
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(1) "Mi amigo" en Yoruba.
(2)  Una de las lenguas oficiales de Nigeria junto con el Inglés, tambien se habla en Benín y Togo.

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