Conocido es el dicho del refranero popular “Todo es, según el color del cristal con que se mire”. Desde el ámbito académico, en la rama de la Psicología, tenemos el concepto de “disonancia cognitiva”, que describe al “conflicto mental que ocurre cuando los comportamientos y creencias de una persona no concuerdan”.
Volviendo a colores y cristales, podríamos hacer la traslación o el desplazamiento de esta metáfora (la del refrán), a nuestra subjetividad, esa de la que no podemos escapar mientras seamos sujetos, muy al pesar de aquellas personas y/o Medios, que en ocasiones sostienen ser “objetivos”.
Esa (subjetividad) es precisamente el cristal con que miramos a cada momento, y va tiñendo la realidad del color que nos va tocando en suerte en cada ocasión. Colores que van variando de acuerdo a determinados parámetros, más o menos variables que nos van condicionando en el transcurso de la vida, de los años, de los meses, semanas, días, horas, minutos e incluso en ocasiones (más contadas y efímeras) segundos. Es así que el mismo hecho, permeado por el vitral de nuestra percepción, puede ser interpretado y valorado dentro de una variopinta paleta, que muchas veces nos puede confundir entre figura y fondo, cuando según el color del cristal que nos haya tocado en suerte, podemos llegar a enmascarar partes de lo observado, y así tener una idea bastante alejada de la real realidad (esa que es inabarcable para todo ser humano, al igual que la verdad final, ajena a todo human being, hasta llegado el momento del cajón o cenizas), para de esa manera interpretar las cosas a nuestra conveniencia (por elección consciente) o para interpretarlas de acuerdo a nuestro propio sistema de creencias (en parte elegido, en parte impuesto por nuestra historia vital).
En cualquiera de las dos opciones que nos plantea esa dicotomía, el valor atribuido no deja nunca de estar dentro de nuestra burbuja, compartida con poca o mucha gente. Esta burbuja, en tiempo de Redes Sociales, se ha inflado y cubriendo prácticamente la totalidad del Orbe, nos aglutina en distintos guetos, a través de nuestros gustos musicales, ideológicos, deportivos, artísticos, por los gatitos traviesos, o por esa actividad privada de explotar granitos cutáneos. En tiempos pasados, las sociedades se iban nucleando a través de su propia voluntad, permeada por su entorno físico cercano, en el club del barrio, en la sociedad de fomento, en la institución deportiva de la zona, etc.
La participación en territorio era abonada con una gran cantidad de tiempo dispensado por niños, jóvenes y adultos, que hoy día destinan la mayor parte de ese preciado bien, el tiempo, infinito para el Cosmos (finito para nosotros, sus usuarios), en actividades que actuamlmente les (nos) vinculan de forma mediatizada en tiempo y espacio. El mensaje de whapp que recibiste hace 2 horas y respondés recién ahora, el mensaje que recibís recién ahora pero fue enviado hace hora y media cuando el emisor no tenía cobertura de microondas y/o wifi, y una larga lista de etcéteras que sería engorroso detallar. Todo esto hace que el continuum tiempo-espacio que formaba parte de nuestra cotidianidad hasta mediados de la primera década de este siglo, haya sido detonado, fragmentado, y a su vez hace que hoy día nos encontremos dileando (interactuando) desfasados con tiempos y lugares, con sus respectivas ventajas y desventajas. Nos permite atender a distancia (temporal y espacial) asuntos otrora inaccesibles, nos permite conectar con personas e instituciones que comparten nuestros intereses y nos puede proyectar con mayor facilidad a cualquier punto del planeta, nos permite escuchar nuestro programa de Radio favorito (TPLMP) en cualquier momento y lugar, y más. Por otra parte, muchas veces nos restringe prestar real atención a lo que sucede a nuestro cercano alrededor espacio-temporal, nos restringe sostener la concentración en nuestras actividades, porque aunque tengamos silenciado el dispositivo, nuestro rayo láser de pensamiento cada poco tiempo pasa por el “¿me habrá escrito?”, nos restringe, nos proyecta.
Todo esto visto con el cristal Flúo, con el que comparto estos Devaneos Sesudos.
Solo paso a decir, sobrevalorada la banda Oasis.
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