Laura se había ido.

 

Porongos en Cuartos. Dijimos que era candidato.


Hace unos años, el 10/06/2016 y para la web de Expectativa, Waldemar contó esta historia que pudo ser real.

PIENSE EN AMBOS

Cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia.

Cuando los tíos compraron aquella casa pegada a la de los abuelos, allá por mediados de los ’90, nuestro pensamiento fue sólo uno al ver el tremendo patio: a esto le encajamos un arco.

No habían terminado de cortar el pasto, arreglar las cosas necesarias, instalar todo lo de la vieja gomería de los abuelos de uno de los guachos de la barra cuando el arco ya estaba.

La gomería iba a estar ahí; pero adelante, no cerca del patio. La gomería servía ya que la casa quedaba sobre una de esas calles que sirve de paso entre ruta y ruta en la ciudad, por lo que era muy transitada en la temporada alta. Era una de las ventajas de vivir en el interior y sobre una calle donde iniciaba la ciudad: la calle que atravesaba la ciudad estaba cerca de una zona poco poblada, y los terrenos eran grandes.

Nosotros, en nuestra infancia, teníamos cero maldad: apenas si nos dedicábamos a ir a la escuela o al liceo y lo único que hacíamos era demostrar nuestras malas condiciones como futbolistas en aquella cancha, con un arco de madera y otro de buzos (como corresponde).

Si hay algo que pasa cuando sos botija es que afirmás los sentimientos: los amores y odios, amistades y compañeros. Venturas y desventuras ocurren en esa edad, porque como dicen algunos pensadores: cuando sos grande sólo las juntadas entre amigos pasan a ser para hablar de marcas de lavarropas y cafeteras.

Dentro de ese generador de sentimientos que es la niñez aparece, sin duda alguna, el de odio. Y cuando sos varón y tenés una barra de 4 o 5 amigos que juega al fútbol en el patio de una casa los sábados y domingos hay un agujero negro que absorbe todos los sentimientos de odio que se pueden tener: la vecina que te pincha la pelota cada vez que le cae a su patio.

En aquel lugar la situación era bastante particular: de diez pelotas que caían a la casa de la vieja del fondo volvían tres a la cancha, dos de las cuales aparecían con un claro tajo en su cámara.

Nuestro odio hacia aquella vieja, que a finales de los 90 ya tenía como 82 años; era manifiesto, conocido, ascendente y constante. Era una lluvia de putiadas de nuestros padres cada vez que la pelota se rompía. Incluso eran más las lágrimas que las putiadas multiplicadas por el número de balones perdidos porque cada día de esos, en que nos meaban por la pelota, empezábamos a tomar conciencia que el sábado siguiente no íbamos a poder jugar (con suerte era sólo un sábado). Iba a ser en vano hacer los deberes el viernes para tener el sábado libre para jugar al fútbol porque no había pelota.

Para mejor sabíamos que si la pelota caía en la casa de la doña y la rompía nos teníamos que joder. La señora, ya por finales de los 90, era de las vecinas más queridas del barrio: rupestre, con la tradición campera a flor de piel y muy conservadora. La vieja tenía una plantación en su casa y a su quinta, de nuestro Wembley, la separaba un tejido de alambre que cualquiera de nosotros, corriendo, saltaba. El caso es que la vehemencia de aquellos partidos hacía que la pelota llegara contra la puerta de la casa fácilmente, por lo que saltar el alambre para rescatarla con vida de las garras y cuchillos y tijeras de la vieja era una misión casi imposible de realizar. Imposible porque cuando saltábamos la pelota ya sufría la puñalada mortal (generalmente se demoraba en saltar, ya que la pelota se iba cuando había alguna jugada polémica que detenía la atención de los players en una discusión estúpida).

Hoy nos despertamos, aquella barra de amigos que jugaba a la pelota, con la noticia de que la vieja vivía aún. Y nos dimos cuenta que vivía de la peor forma que alguien se puede dar cuenta que alguien vive: nos enteramos que hoy dejaba de existir.

Ahí vimos la cantidad de sentimientos tan fuertes que puede tener un gurí, un gurí de barrio; el odio hacia aquella vieja o aquel viejo que le rompe la pelota es el odio más grande que podés sentir en tu niñez.

Hay mucha congoja y un tanto más de tristeza, indudablemente, en nuestros amigos. Porque si bien algunos no olvidan aquel odio tan seguro y vasto que sentimos, nos dimos cuenta que fue en vano. 

No hay odio que pague tantas pelotas, ni pelotas que paguen tantos tomates rotos. Ya hace tiempo que nos dimos cuenta que no había odio recíproco como se dijo en algún «pendejos atrevidos» o «vieja soreta».

Por eso al despertarnos con esa noticia le decimos a la gente: no le pinche la pelota al gurí, no le genere ése sentimiento. No vale la pena, es en vano. Por la paz de los dos: de ustedes mientras vivan y de los botijas cuando queden acá, ya más grandes; con la conciencia de que está mal discutir si es gol un remate que pareció meterse al ángulo y que terminó con 8 tomates menos y una pelota reventada.

 -A la memoria de la vieja Laura-

Repetimos: cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia.

Hasta ahí lo que fue para la web de Expectativa.

 - La semana pasada se fue la dueña de aquella casa, donde estaba el arco en nuestro Wembley (en la época conocíamos el Wembley por el FIFA 98 -que juegún, podías jugar uno vs uno con teclado y mouse y, para que las condiciones sean las mismas, el del teclado no podía usar la A para cambiar de frente, ni la W para correr-). Recordé este texto y hasta lo encontré, por lo que me ahorré tener que pensar qué publicar hoy.
Como el derecho de autor (???) es de Waldemar Correa, a pesar de haberlo usado en otra web de otros drogadicto, pude volver a publicarlo.

 

Sigue la copa OFI en instancias definitorias, nuestros candidatos, El Porongos de Flores y el Río Negro de San José, se vuelven a ver las caras.

No pudimos averiguar mucho sobre los resultados. Sabemos que hizo un gol Liber Quiñones y poca cosa más.

Acá los cuartos de final de la Copa A, que iban a empezar a jugarse este finde (dése una vueltita por San José o por Flores para ver el primer match) pero que no comenzarán debido al inicio de la COPA AUF. 

Río Negro (San José de Mayo) – Porongos (Trinidad)

Ferro Carril (Salto) – Universitario (Salto)

Melo Wanderers (Melo) – Estudiantil (Paysandú)

San Carlos (de San Carlos, ¿casualidad?)– Atlético Florida (¿podrán adivinar de dónde es? Coméntelo)

Comentarios

  1. En aquella época de repente tener una pelota era un lujo, uno tenía que conformarse con una de plástico o a lo mejor en esas de goma que te marcaban si te comías un pelotazo. Por eso era todo un tema cuando te la pinchaba un vecino.

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