Todo aquel que tiene hijos reconoce el increíble poder de una madre en la vida de un niño. Aunque no podamos recordar el viaje asombroso de formarnos en el cuerpo de alguien que lo dio todo por nosotros, lo sabemos. Quizás por eso Freud hizo tanto foco al vínculo madre-hijo, intentando ser científico en algo que es simplemente imposible.
En 1961 nacía Daniel Johnston, el más pequeño de una familia típica, conservadora, con un padre excombatiente de la Segunda Guerra Mundial y una madre dedicada a su vasto hogar y múltiples hijos. Daniel vivía en el sótano, separado de sus hermanos. Le gustaba tocar el piano, los cómics y cantar.
Daniel de adolescente. |
“Dan se tomaba en serio, pensaba que sería un artista, quizás por la atención que recibía. A veces llenaba el living de gente y me decían que llegaría a ser famoso, pero yo pensaba: ¡qué tontería!”, declaró su madre en un documental sobre su hijo.
Por esos años, otra madre en pleno duelo luchaba por la memoria de su hijo para que su arte no quedara en el olvido.
Thelma Ducoing Toole, maestra de música y actriz, muy involucrada en la vida cultural de Nueva Orleans, también se dedicaba a la crianza de John. Desde pequeño Thelma lo incentivaba a participar en todo tipo de actividades culturales, lo que despertó en él la afición por la lectura y la música. A los 16 años completó una novela, “La Biblia de neón”, mostrando ya su talento literario. Pero también comenzaban las tensiones con su madre, que ejercía un control enorme para que aumentara su dedicación académica.
El adolescente Daniel Johnston gestó una especie de taller en donde su don artesanal pudo crecer en West Virginia, una zona rural alejada de la fama y la libertad que supuestamente brindan las ciudades. En una de las tantas cintas que grababa, se puede escuchar a su madre recriminarle por tocar el piano y dibujar figuras que ella denominaba satánicas: "La gente se va a reír de ti y dirán que estás loco. Eres mi hijo, harás el hazmerreír y es lo que eres. ¡Deseas tanto que te hagan caso que haces lo que sea!".
John era más obediente. Terminó sus estudios superiores en Lengua Inglesa y enseguida comenzó a dictar clases, hasta que fue llamado a la instrucción militar obligatoria. Destacado en Puerto Rico, le asignaron enseñar inglés a los reclutas hispanohablantes. Esto le permitió tener su despacho y una máquina de escribir y en los dos años de servicio gestó una novela. Volvió al hogar materno con los folios bajo el brazo. Trabajó vendiendo comida callejera y en una fábrica textil, experiencias que enriquecieron aún más el borrador. Mientras intentaba publicar su libro, le sugerían desde la editorial cambios sucesivos que lo frustraron hasta sumirse en la depresión. Harto y sintiéndose un fracasado acabó con su vida a los 31 años.
John en su despacho en Puerto Rico. |
La realidad también abrumaba a Daniel, que se fue a vivir con uno de sus hermanos. Al llegar, le transformó el garage en un estudio de grabación. Su hermano le pidió que se acostara a horas normales y que dedicara su capacidad a algo productivo. Lo terminó echando. Se fue a vivir con una hermana, que también lo echó. "Voy donde hay música en mi corazón", decía. Se compró una motoneta y recorrió el país, dedicándole incluso una canción (a la motoneta). En aquel deambular fue objeto de una golpiza y se manifestaron síntomas de problemas mentales. Tenía síndrome bipolar y un extraño tipo de diabetes.
Cuando aparece un verdadero genio, se le reconoce por este signo: todos los necios conspiran contra él. La frase del escritor irlandés y autor de Los viajes de Gulliver, Jonathan Swift, inspira las peripecias de Ignatius J. Reilly, un filósofo desempleado que vivía con y de su madre. Apartado del mundo chabacano y descerebrado de su época, Ignatius era un adelantado, apegado al pensador Boecio, a quien consideraba el papa de su iglesia personal, en la que él era un obispo destacado entre un mar de obsecuentes, pecadores y abnegados en la ignorancia y el vicio.
La madre de John, Thelma. |
Por aquellos tiempos se publicaba la novela de John Kennedy Toole, “La conjura de los necios”, una crítica social plagada de humor que fue un éxito y le valió el Pulitzer en el 82. Fue Thelma, después de una década de deambular por todas las editoriales del país, quien logró realizar el sueño de su difunto hijo.
Corpulento, torpe e incompetente en los mínimos interpersonales que hacen a una persona soportable, el personaje de Toole se reflejaba cada día más en el adulto Daniel Johnston. Incluso lo disparatado de sus peripecias tenía un eco en su vida. Por ejemplo, un día fue convocado a participar en una premiación en Texas. Su padre, un experimentado piloto de guerra, decidió llevarlo en su avioneta. En el camino, Daniel sufrió un ataque, acusó a su padre de ser el diablo y le quitó las llaves de la aeronave, arrojándolas por la ventanilla. Sin propulsión, la avioneta empezó a caer en picado. La pericia del piloto logró un atrevido aterrizaje que evitó la muerte de ambos.
Algunos años más tarde, un icono ascendente salía en una foto con una camiseta que lucía un extraño dibujo de una rana con ojos de caracol y la frase "Hi, how are you", la que daría a conocer a Johnston.
Todo el mundo quería saber quién era el ídolo de Kurt Cobain. Su salud mental y física fue en constante deterioro. Fue encontrado muerto una mañana del 2019, víctima de un infarto a los 58 años. Su madre no se separó jamás de él, ni tampoco lo consideró un artista a pesar de ser admirado por figuras como David Bowie o Eddie Vedder o haber viajado por el mundo, incluido Uruguay, donde se presentó en el 2016 con Etè y los problems como banda. Para ella, era su pequeño Dan.
Johntson en sus últimos años, junto a su madre |
No importa qué tan mal estén las cosas, seguramente podrá evocar algún recuerdo de la infancia en los cuales unos brazos amorosos lo arroparon. También puede leer algunas líneas de La conjura de los necios o colocarse unos auriculares y reproducir la voz temblorosa de un alma desarmada entonando un himno a Casper, el fantasma amistoso, y enfrentar lo que sea con una sonrisa en el rostro.
Siempre la magia. Trajiste de mis recuerdos a Ignatius. Lo leí una y mil veces en la edición amarilla de Anagrama que terminó descosida o despegada, ya no sé. Quedó en lo de mamá, quizás es momento de tener mi propio libro. Recomiendo fervientemente su lectura. Ahora veo que parece que hay una peli con Galifianakis pero no he dado con ella. Gracias, JP.
ResponderBorrar¡Es una novela increíblemente vigente, un no parar de reír! Te recomiendo “La biblia de neón”, muy distinta pero brillante en su ejecución. Siempre dejas algo, no sabia de la película, y mas con ese personaje!. Muchas gracias!!!!
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ResponderBorrarLeí años después La biblia de neón. Cierto, muy distinta pero también redondita. Si encuentro la peli te aviso.
ResponderBorrarNo tengo constancia de que se haya filmado "La conjura..." Seguiré investigando.
ResponderBorrarJustamente por eso usé el "parece", no encontré nada sobre esa adaptación pero sí varias publicaciones que dan cuenta que hubo varios intentos de llevarla al cine y se vieron frustrados (a nivel de hablar de maldición). Sí se pudo llevar al teatro con Nick Offerman como Ignatius. Saludos!
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