Introducción

Espero que sea el último que cargo

Estos relatos no pretenden ser una historia, más bien vendría siendo una crónica desordenada. 

La intención es registrar en algún sitio las vivencias compartidas junto a mi familia sobre los periplos de alguien que se fue sin querer, y volvió queriendo.

No diría que fuimos exiliados, aunque de alguna manera sí nos vimos forzados a irnos debido a la escasez de rinocerontes (permiso Les Luthiers ®).

Dicho esto, aclaro también que tampoco va a haber un orden cronológico exacto debido a mi memoria sumamente volátil, también llamada RAM (1), y aunque empezaré por el principio para que haya un contexto, estoy seguro de que luego iré saltando aquí y allá de desprolijo nomás.

Iré dejando columnas cortas contando historias, anécdotas, datos curiosos, sentimientos, vivencias, fracasos y festejos. Sí, ya sé que son cosas que les pasan a todos, pero cuando nos pasan a los que nos vamos de Uruguay por los motivos que sean, estas cosas se viven de otra manera y pegan diferente.

Jamás estuvo en mis planes y menos en los de mi familia irnos de Uruguay pero se ve que en los de Jorge Batlle sí, y entonces sucedió, a pesar de aquello de: “…si tengo que elegir entre un capital llamado oro y un capital llamado muchacho… ” Bueno, los veteranitos sabemos que al final marchó el oro y marcharon los muchachos.

Hasta acá la presentación, y ahora sí, la parte pesada, un largo prólogo de contexto que aunque quise resumir salió así, largo.

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La vida “normal” hasta el año 2002

Yo, hijo de un albañil y una modista, solo estudié hasta bachillerato técnico de UTU y una incursión por la docencia en el profesorado técnico de I.N.E.T.

Hasta ahí llegué, no terminé ninguna de las dos.

Gracias a UTU, a mis 18 años entré como becario en la Universidad de la República, lo que ahora es UDELAR que suena mucho más cheto, pero entonces se llamaba así, con todas las palabras. Entré como electricista auxiliar de mantenimiento y eso duró unos 7 años. A los 22 tuve una novia (hoy mi esposa) con la que hacíamos planes más o menos serios con la inocencia y esperanza propias de esa edad.

Por entonces, aprovechando el horario corto de becario (6 horas) yo hacía changas de electricidad en Carrasco después del laburo. Un día, una clienta chilena que estaba instalada en Uruguay, me dice, “yo sé que vos trabajás en la U, pero conocimos a otra familia chilena, y el hombre está en  una empresa brasilera  que está en Uruguay instalando  unas “cosas nuevas” para Antel (después supe que eran las centrales digitales), ¿por que no vas y ves si hay trabajo?, decile que te mando yo, Tati…  ¿quien te dice?”

Y fui, la empresa estaba en la calle Santiago de Chile casi la rambla, una filial brasilera de una famosa empresa sueca de telecomunicaciones (sí, esa). La entrevista fue la típica de aquellos años: por los 80 la cosa era sin CV, sin papeles, sin nada. 

El tipo era un chileno que se llamaba Ernesto, hablaba más portugués que español, y me fue bastante bien pese a la barrera idiomática. El mismo Ernesto me dijo: “Acá hay trabajo para un año y medio o dos nomás, después no se sabe,  yo no dejaría un empleo público por esto” pero la oferta era tentadora y sería contratado oficialmente como técnico, aunque me avisó : “acá estamos empezando y hay que hacer de todo, desde cortar hierros hasta cargar cajones, porque primero hay que armar lo que los técnicos tienen que probar, no hay nada instalado todavía”.  No me parecía mal, mi único dilema al irme era dejar o no un empleo público.

Después de comerme la cabeza un mes y varias discusiones de pros y contras con mi familia, mi novia, mi futuro suegro que me decía “Arrancá  flaco arrancá... sos joven” y mi madre que me decía “No te vayas Miguelito, lo público es seguro”... al final, acepté.

Pedí licencia sin goce de sueldo en la U, por seis meses, y  arranqué a laburar en noviembre de 1986. Nunca más volví a la Universidad, excepto un día que fui a pedir seis meses más de licencia y me los negaron. La empleada, que era un molde fiel de “la empleada pública de Gasalla” me espetó un: “Si quiere seguirrrr sin venirrrr, tiene que renunciarrrr, porque no le extienden la licencia”. Como dije que no renunciaría me amenazó: “Entonces le van a hacerrrr una renuncia tácita por abandono de cargo según el artícu... ”, y bueno, le dije, déle nomás porque yo no renuncio, solo quiero licencia, haga lo que tenga que hacer. 

Ahí sí,  nunca más fui. Al final, en esa nueva empresa pasaría los siguientes 26 años de mi vida.

Para bien o para mal.

(1) La RAM (Random Access Memory por sus siglas en inglés) es una memoria volátil que significa que la información se almacena temporalmente en el módulo y se borra cuando reinicia o apaga la computadora.

Comentarios

  1. Bienvenido Miguel vamo arriba. Arrancamos bien !!!

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  2. Vamo'arriba Miguel.
    Por lo que sabemos de escuchar el programa de radio, creo que hay mucho material para leer!!!

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  3. Bienvenido, estimado. Muy interesante su columna. Lo voy a seguir

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  4. Me atrapó tu crónica! Ya tenés una lectora de la U. ¡Arriba!

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