Gabriel Peluffo me invitó al cine



En 1986, cuando explotaba el rock uruguayo post dictadura, yo ingresaba al liceo.

Éramos todos medios cuadrados, si escuchabas rock no podías escuchar otra cosa, estaba mal visto.

Los Traidores decían que vivíamos en un país donde tenías que ser cheto o terraja.

Ahí conocí a Los Estómagos y posteriormente su transformación a Buitres después de la una.

Podría decir perfectamente que Buitres es parte de la banda de sonido de mi vida.

Pasaron los años, me di la libertad de escuchar otros estilos musicales, pero Buitres siempre siguió ahí, cantando lo que yo quería escuchar.

Así llegamos a finales del año 2014 cuando editaron el CD Canciones de una noche de verano.

Un disco calmo, con menos distorsión de lo habitual en la banda, con aires al rock de los 50s y letras marcadas por el amor en diferentes formas. Varias canciones tienen toques oníricos, una en particular da origen a esta columna: se llama Noches de cine y los invito a escucharla.




La canción más cinematográfica no podría ser.

Nos cuenta de una noche veraniega en una función de cine en la playa donde Anita Ekberg deja plantado a Marcello Mastroianni en la icónica escena de la Fontana di Trevi de La Dolce vita y atraviesa la pantalla (al mejor estilo La rosa púrpura del Cairo) para huir con nuestro protagonista. ¡Una maravilla!




Anita Ekberg y Marcelo Mastroianni.


Tengo que confesar que no había visto La dolce vita, pecado capital para un cinéfilo que se precie de tal. Conocía la escena en particular pero no la película completa.

Realmente es una obra mayor. A la fecha tiene 64 años de realizada y refleja la frivolidad del mundo actual de manera increíble.

La película está separada en capítulos y nos cuenta a través de las vivencias del cronista de sociales Marcello Rubini (Mastroianni), diferentes aspectos de la sociedad romana.

Rubini siempre va acompañado por un fotógrafo llamado Paparazzo (el dato de color es que el término Paparazzi surge a partir del personaje del film)

Por su parte  Anita Ekberg interpreta a Sylvia, la nueva estrella que arriba a Roma a vivir la dulce vida (y es quien atraviesa la pantalla en la canción de Buitres).

Lo cierto es que la película de Federico Fellini parece hablarnos de lo que sucede hoy, pero desde 1960.

La exacerbación del individualismo, la frivolidad y la valoración de las personas por lo que tienen y no por lo que son, se reflejan nítidamente en esta gran película.

Todo este combo es contado con una belleza en imágenes que deslumbran.

La Dolce vita siempre estuvo ahí, pero un día pasó Gabriel Peluffo y me invitó a verla.

Hasta la próxima.









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