El piso de portland

 Se arma familia

Con viento de popa con Mariella y el nuevo empleo decidimos casarnos en 1987. Teníamos los dos trabajos estables y buenos, y los planes y sueños se expandían de a poquito.

Durante esta etapa vinieron los hijos, mientras vivíamos en el fondo de la casa de mis viejos en Piedras Blancas. Hice varios viajes cortos, algunos de un par de semanas, otros de algunos meses, de capacitación o de trabajo. Brasil, Suecia, Argentina, Nigeria, Chile y EEUU fueron algunos destinos.

Mariella mientras tanto se revolvía como podía con su trabajo y con la casa. Ella ha sido mi enorme sostén, apoyo, y respaldo, fue quien bailó con la más fea aquella etapa y todavía hoy me aguanta la cabeza todos estos años. Sin ella y todo su esfuerzo toda esta historia no hubiese sucedido, o hubiese fracasado estrepitosamente.

Así, de apoco, llegaron los tiempos en que Batlle gritaba por la tele “We Are Fantastic!  ¡Gasten en dólares!”

Nosotros, aprovechando la bonanza de laburo y mis viajes, llegamos a hacer la entrega para una casita linda pero bastante vieja en Sayago, para la que nos metimos en un préstamo casi nivel usura, a pagar a diez años y ¡en dólares! Siguiendo los sabios consejos del sabio JotaBé.




La ansiada casita antes y despues



Después de  más de 10 años en la empresa veníamos afirmados. Ya habían llegado los hijos, y después de muchos años arreglábamos de a poco la casa antigua y venida a menos que habíamos comprado. Lo
s gurises iban a la escuela, Mariella tenía trabajo, aquello parecía ser coser y cantar, cuestión de laburar, pagar cuentas y seguir la vida...

Nos mudamos a la casa con los contrapisos de portland y los caños de agua remendados por fuera en el baño, pero nada opacaba nuestra felicidad y el sentimiento de realización que sentíamos,  todo era ilusión.

Atisbos de riesgo

A fines  de 1999 los negocios de la empresa no iban de la mejor forma con Antel, Sanguinetti tenía trancado el avance de la tecnología GSM por algún motivo (qué raro) y Antel no sacaba la licitación para GSM aunque ya tenía todo listo en Uruguay, lo que hacía temblequear la permanencia de la empresa en Uruguay. En aquellos años, todavía las empresas (y más una empresa sueca) tenían ciertos códigos con los empleados, y antes de despedir, ofrecía reubicaciones en el exterior mientras esperaban el negocio de GSM con Antel que “seguro sale,  seguro sale,  pero hay que esperar” decían.  Así que viendo casi que no quedaba otra acepté un viaje a la filial de la empresa en México a mediados de 2001, como expatriado por un año.

Como “expatriado” estás prestado a término a otra filial en el extranjero, pero seguís siendo empleado de Uruguay y cobrando tu sueldo en Uruguay, además recibís viáticos y todas las “ayudas especiales” para la comodidad de un empleado extranjero, entre ellas: el viaje y mudanza de toda la familia, alquiler de casa casa a elección amoblada, colegio privado de tus hijos, agua luz y cable pagos, auto y viaje de regreso con mudanza si es necesario. 

¡Genial! Pensábamos: juntamos para seguir pagando la casita, ahorramos y nos volvemos y todo sigue “normal”, esto seguro es pasajero.


Allá arrancamos rumbo a México por mediados del 2001, con todo pago y aunque parecían unas vacaciones pagas, en mi cabeza, un almanaque marcha atrás arrancaba la cuenta regresiva,  un año... 364 días... 363 días, 362... "Negra -le decía a Mariella- esto es un año, juntamos plata, sale lo de GSM y nos volvemos a arreglar el rancho, fácil! –soñábamos-"

Y allá fuimos, sin contenedor esta primera vez,  porque estaba todo pago allá.  Además, cucháme, íbamos un añito y volvíamos! ¿Qué puede fallar?

Alquilamos nuestra casa a unos amigos casi como depósito de una empresita que tenían, metimos la vida en 4 valijas grandes, y nos pelamos.

Este primer viaje en familia a México no lo considero parte del periplo, porque teníamos un respaldo del laburo de Uruguay atrás, y todo lo de México era ganancia.
Fuimos recibidos al llegar por 2 matrimonios amigos de años de la empresa con los que había relación de Uruguay. Ellos se habían ido antes y contaban maravillas viviendo vidas de lujo.

Méjico lindo y querido (así, con jota)

El subidón fue violento y eso me hacía desconfiar. Al principio vivíamos en un Hotel de la Zona Rosa de Mexico DF y mientras yo laburaba, Mariella salía a mirar casas con las amigas uruguayas dentro del presupuesto que te dejaba la empresa y venía con la cara desencajada. “Estas mujeres están locas, perdieron todo el norte!” me decía.

Aclaro que las gurisas amigas eran esposas de compañeros que conocíamos de Uruguay, gente de la Aguada, de Artigas o de Paso Carrasco, con quienes compartíamos asados. Gente común, pero parecía que habían perdido toda sensatez. Mariella seguia contando: “Fuimos a ver casas con canchas de tenis, con piscinas, ¡con ocho baños! ¡Parece donde filman las novelas mexicanas!” Pero dicen que ellas viven en casas así, ¡están dementes!


Yo les decía a mis amigos:

- Pará loco, nosotros no vivimos así , yo tengo los pisos de portland en mi casa todavía, y  a esto te acostumbrás fácil y no es real. ¿Para qué? nosotros no necesitamos tanto...

- Miguel -me explican- es que si no lo gastás no es que te lo ahorres, solo se pierde, o en realidad se lo ahorra la empresa. Aprovechá y dejáte de joder, está todo pago.

Y bueno, terminamos en una casa de 5 cuartos más cuarto de servicio, aunque nunca tuvimos servicio. Tres pisos, piscina interior climatizada, muebles Luís XV, mármol y acero por todos lados. Garage de 2 autos, frente a un shopping de los más caros de México en ese entonces y un auto nuevo en la puerta. Me había recibido de culorroto en una semana.

El infame periférico norte, en Ciudad Satélite circa año 2000.

Así me iba a trabajar cada mañana

México DF era una ciudad increíblemente grande, y nosotros éramos sapos de otro pozo en un lugar de mentira, en una casa en un barrio "fresa". Es una sociedad que al menos a nosotros nos pareció tremendamente clasista, especialmente en esos barrios. Seguíamos viviendo como en Uruguay pero en un cascarón lujoso para no desentonar.

La gente del entorno se vestía de pantalón y camisa los hombres y las mujeres se levantan a las 6 de la mañana y van a maquillarse y peinarse. Sí, las peluquerías abrían a las 5, creo, para salir de punta en blanco, aunque no trabajen, especialmente las que no trabajan. Las oficinistas van de uniforme nomás, pero el maquillaje sí, obligatorio.

¿Está la señora?

Para muestra, algunos botones. Yo me iba a trabajar manejando una hora y media para hacer 30 km, y Mariella quedaba en casa. Cada tanto tocaban timbre vendedores de servicio de cable, o seguridad o cualquier cosa.

Claro, nosotros fiel al estilo "A la uruguaya", vestíamos de ropa deportiva y cómoda en casa. Un día tocan el timbre y Mariella se asoma a la puerta. Era un vendedor de seguros o algo así, la miró de arriba a abajo y le preguntó: "¿está la señora?"

Cada vez que venía del trabajo ella tenía un cuento. Un día me dice: "Miguel, crucé al shopping de ahí enfrente (está atrás de las torres de colores en la foto), y al final de la escalera mecánica había una promotora que daba muestras de perfumes caros a cada mujer y les hacía probar uno o el otro. Yo me apronté cuando iba por la mitad para recibir mi muestra.  ¡Qué lindo! Pero all llegar arriba, la chica se hizo la pelotuda y se dio vuelta y ¡¡¡NO ME DIO NADA!!!  Fui a la única que le hizo eso!!!"

Claro, después caí que estaba de Adidas y championes. "¿PODÉS CREER?!  Y sí, -seguía contando- despues miré a mi alrededor y todas estaban de tacos, maquilladas y peinadas todas iguales con ese cerquillo tipo tubo de pelos (se usaba en aquel entonces), y yo con ropa deportiva cara, pero ropa deportiva al fin y sin maquillaje a las 11 de la mañana. Ahí entendí que acá en esta ciudad y este shopping eso era el estereotipo de una sir... "chica que nos ayuda en casa" por usar el eufemismo de moda.

Otro tanto eran los cuentos que traían los gurises del colegio. Por el estilo también.

Todo nos resultaba nuevo chocante y picante, palabras nuevas aun hablando español que merecen una columna aparte. Nos asombramos al principio y empezamos a ver "normal" después a parejas jóvenes con un par de nenes que van al McDonald's y se sientan en una mesa, mientras "la muchacha" de riguroso uniforme se sienta en otra mesa con los "esquincles".

Despues de un tiempo el trabajo se hizo rutina y pesado, el tráfico infernal y ya la luna de miel y novelería de "turista" desapareció aunque vivimos momentos inolvidables, conocimos lugares increíbles y nos enriqueñcíamos día a día. Cada vez quería que pasara el año expatriado más rápido.

Y mi almanaque del retorno seguía: 122, 121, 120...


Chau piso de portland...  98....97...96




El primer container

Para ir cerrando esta columna y hacer el cuento corto, diré que, después de un año increíble, el almanaque regresivo llegó a cero. Corría mediados del 2002. Yo estaba desesperado por volver, pero si la mano venía fea, yo ya había tenido varias ofertas en México de que me quedara como empleado local o estirar el contrato. 

Llamé a la empresa en Uruguay y hablé con mi jefe y le dije textual: "Mirá, che, se termina el contrato acá, y sé que la mano está jodida por ahí, GSM no sale y sé que ya han tercerizado cosas, cantame la posta porque si la mano viene mal para mí me quedo por acá".

Respuesta textual: "No, Miguel...  ¡vos no!  Tenés mas de 15 años acá y sos de los valiosos de la empresa, podés venir tranquilo, tenés trabajo acá".

Ahí armamos nuestro primer container, de regreso de México, pagado por la empresa. Nos trajimos todos los muebles para amoblar la nueva (vieja) casita de los sueños, al mismo tiempo ya había mandado comprar todos los materiales para una reforma grande con la plata de ese año, y contratado un albañil. 

En el interín de la preparación de la vuelta, nos enteramos del corralito de Argentina, y seguimos adelante, llegamos, y a la semana siguiente y sin haber recibido la mudanza, todavía ni siquiera terminar de desarmar las valijas, estaba despedido después de casi 16 años. La crisis había cruzado el río y todo era un bajón mal, y nosotros volvíamos al contrapiso de portland.

El albañil me preguntaba: y ahora, Miguel, ¿qué hacemos?

-Y dale p'adelante, está todo comprado.. ¿qué otra cosa me queda?  Se verá.

Vendrá más de Mexico en alguna otra columna pero ahora voy dejando por acá.

Comentarios

  1. Esperamos la próxima columna!
    Para uno que es un viejo tranquilo, este año tuyo es más que 20 míos ;)

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