Las raíces desteñidas: nacimiento y primeros pasos de nuestro país, siempre bajo la sombra de la fatalidad.
Aún estaban frescos los charcos de sangre y el humo de los fusiles no se había disipado, los cuerpos de los alguna vez llamados amigos yacían inertes en el suelo de la nación recién parida con su independencia casi a estrenar y así, sin más, en su misma génesis, se sellaba a fuego el destino de este cacho de tierra ubicada al oriente del río de los pájaros pintados.
La violencia era parte de la identidad de aquellos hombres y mujeres de antaño, así vivieron y murieron, como la res de Alfredo “abiertos al descuartizamiento atroz” de su forzado país y nacionalidad, de su inestable devenir e incluso en muchos casos… de sus propias vidas, a veces empuñando el facón, otras tantas recibiendo la cuchillada.
La historia uruguaya deambuló a tropezones entre luces difusas de pretendidas soluciones (?) culminando sus rencillas de formas drásticas, definitivas, violentas.
A los acontecimientos de Salsipuedes del que el
presidente/perpetrador dijera: “Ya Ud. sabrá por los partes dados al
gobierno que el resultado sobre la horda de salvajes que tanto han afligido a
nuestro país ha correspondido al empeño con que se les ha perseguido, hasta
lograr su total exterminio y de lo que nos debemos felicitar” (1)
En palabras del Profesor e Historiador Leonardo
Borges: “El país tenía tan solo dos años de edad. Este (Salsipuedes) fue el
primer episodio que enrojeció los campos orientales. Los sables y los cuchillos
abrían aquel día una profunda herida, que ya nunca cerraría. ¿Algún día, los
sables dejarían lugar a las urnas?” (2)
Así que los invito a hacer una breve
pero necesaria regresión para hablar del nacimiento de este país, el que es
mejor que Francia y mejor que París, y que tal vez explique o al menos intente
dar algo de contexto a esos tiempos violentos que pronto, demasiado tal vez,
redirigirán los motivos por los cuales matar o morir.
El nacimiento de nuestro amado estado uruguayo fue dado por obra de la diplomacia británica intentando llevar el sosiego entre los gigantes sudamericanos (el Gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata y el Imperio del Brasil) que venían con una seguidilla de hostilidades desde 1826 por ver quién se quedaba con esta penillanura levemente ondulada.
Ya sabemos que si algo caracterizaba
a los británicos de entonces era autoproclamarse como paladines de la paz y
emisarios globales de la democracia y la civilización y nada, absolutamente
nada, tenía que ver que sus intervenciones en el plano internacional
respondieran a intereses económico
La cuestión es que la puerta de
entrada al comercio sudamericano medio que se le complicaba a la tan amada y
sacrificada corona británica si las animadversiones entre brasileros y las
provincias argentinas se perpetuaban. Es así que por mandato del rey de entonces,
un tal George IV, entra en escena el viejo y querido Lord John Ponsomby quien
junto a otros diplomáticos, arriba a estas tierras con un gran paquete de
soluciones que intentarían desembarazar la situación caótica de este lado del
planeta y ¿cuál sería su aporte definitivo para que cesara la contienda? Que
esta patria emergiera libre y soberana de cualquier tipo
Es menester decir que no era prioridad el tramitar la independencia de la Banda Oriental, pero parece ser que de las opciones barajadas, fue lo menos malo o la que más consenso logró, y así de un golpe y porrazo se descartaron las otras alternativas que penduleaban entre la de transformarnos en una colonia británica, un puerto bajo el protectorado de la corona, o bien ser entregados con moño y todo a las Provincias Unidas, sí solo sí se hacía presente el ministro: Paganini. En criollo, poniendo estaba la gansa le dijeron a los hermanos argentinos pero, no prosperó (acá es que nace el proverbio: “Si queres celeste, que te cueste”).
Así se gestó “este bendito país que tanto ha hecho por mí, que tanto ha hecho por ti”, así nació, así arrancó la aventura de ser un nuevo estado y de repente, a los tumbos cuando no, aquellos orientales debieron aprender a ser republicanos y democráticos. Pero he aquí una nueva problemática, la de lograr que aquellos que consiguieron su independencia a punta de espada y derramamiento de sangre propia y ajena, de la nada, acataran lo plasmado en la Carta Magna pensada para darnos forma jurídicamente y como nación.
Y ahora sí, acá quizás podemos responder lo que preguntaba Borges: “… ¿los sables dejarían lugar a las urnas?” La respuesta es categórica: no, en absoluto, al menos para esos orientales transformados en “uruguayos” que debieron enfrentarse a un nuevo escenario totalmente desconocido, enfrentados a nuevas normas tan diferentes a sus tradiciones, a sus usos perpetuados por la costumbres cuasi bárbaras. En definitiva, enfrentados a un nuevo mundo... un mundo a sus pies violento, imbécil, abrumador, una novela canallesca escrita por un loco.
“Nosotros, los representantes
nombrados por los pueblos situados en la parte oriental del Río Uruguay, que en
conformidad con la convención preliminar de paz, celebrada entre la República
Argentina y el imperio del Brasil, el 27 de agosto del año próximo pasado de
1828, debemos componer un estado libre e independiente, según nuestro saber, y
lo que nos dicta nuestra íntima conciencia, acordamos, establecemos y sancionamos
la presente constitución” (3)
Con este rimbombante texto comienza nuestra primera constitución y uno pensaría que ante tales expresiones, las raíces del país quedarían fijamente establecidas y sería el fin, por fin, de tanto tiempo de luchas y derramamiento de sangre, spoiler alert: nada más alejado a la realidad.
El Uruguay, que a nada estuvo de
llamarse Estado del Nord Argentino
(otra historia que también será sin terminar, así justifico el nombre de este
remedo de columna) fue creado y constituido pero sus habitantes poco y nada
entendían de esos acontecimientos y de que implicaba ahora ser un ciudadano de
bien, republicano y demócrata.
La costumbre, el hábito, lo aceptado era ser “hombre de…” teniendo a un referente, al patrón, a un líder como amo y señor de sus vidas y que englobaran todos los atributos deseados y admirados, lisa y llanamente, UN CAUDILLO por el cual vivir y si fuera necesario, también morir.
Y así, de esta manera, hace su entrada triunfal en este espacio un personaje crucial para nuestra historia, la figura de EL CAUDILLO y en las venideras entregas recorreremos vida y obra de los más notorios y veremos cómo los enfrentamientos que surgían por el choque de sus egos desmedidos arrastraron a esos orientales ahora llamados uruguayos a: MATAR y MORIR POR LA DIVISA que defendía el Caudillo de turno.
(1)
Carta de Fructuoso Rivera a Juan María Pérez
13/04/1831.
(2) Prof. Leonardo Borges, libro “Sangre y Barro” pág. 30.
(3) Fragmento del texto de la Constitución de la República Oriental del Uruguay, 10/09/1829, con reformas del 28/08/1912.
O sea, que se viene el estallido en las proximas columnas!!!
ResponderBorrarIdeas de titulos:
Si a vos te gusta a mi me encanta
No como ni con Mirta
Como quien lava y no tuerce
Si le gusta, deale
Etc :)
Gracias Tatanka.
Interesante lo que plantea! Si a vos te gusta a mí me encanta pica en punta. Gracias por el aporte.
BorrarMuy bueno. Seguramente no se te haya escapado el detalle en el nomenclator montevideano (extendido a ciudades del interior) de calles con nombres de fechas patrias argentinas, lo que da la pauta de que por más decretada la independencia y jurada la constitución, había un sentimiento de pertenencia rioplatense que demoró en disiparse.
ResponderBorrary... no fue casualidad que Lavalleja con las botas bien puestas en Soriano proclamara a los cuatro vientos y a toda jareta ·"Argentinos orientales!!" y mucho menos es obra de la casualidad que se redactara una ley de unión "...su voto general (...), es y debe ser por la unión con las demás Provincias Argentinas, a quien siempre perteneció por los vínculos más sagrados que el mundo conoce". Aaaaaaaaaaaaaaaah pero cuando la vieja que era más loca que el Tuerto dijo "quería ser argentino y no lo dejamos carajo!" todos a desgarrarse las togas... media pila muñaños. A nada, pero a nada de tener 3 estrellitas más en la camiseta, aunque también tendríamos Tinellis, Grandes Hermanos y Mileis. Ta deja, creo que la historia nos salvó.
BorrarUn país nacido de pedo. Pudimos habernos llamado República Forro Pinchado, alguien tiene que decirlo
ResponderBorrary medio que subsistimos de pedo, al menos somos coherentes.
BorrarGracias Tatanka, lindo contar la historia así!
ResponderBorrarGran historia Tatanka
ResponderBorrarGracias por tanto, perdón por tan poco.
BorrarPara cuando hables del último y más mejor caudillo. Ese que todos los años concentra a un montón de ridículos que juegan a tener una vida que les es completamente ajena en el aniversario de su muerte. Pa esa columna vas a invitar a la señora María Belén Zorilla de San Martín Contreras Abondanzzieri Urretaviyé de Fariña y otras series de Netflix?
ResponderBorrarPah, dale vago, publicá la que viene que generaste ansiedad. Podemos ser hinchas de los caudillos? Yo le voy a Basilio Muñoz, por eso de que, como dijo Tabaré Echeverry "peleaba con lanzas contra los aviones" porque medio que se sublevó a destiempo, contra Terra. O mas acá en el tiempo, un caudillo como Obdulio, pero Trasante. O mas allá, como el Pepe Sasía. Los que no me caen bien son los caudillos que peleaban por intereses burgueses individuales haciéndoles creer a sus súbditos que era por el gauchaje. Ta si, estoy hablando de Saravita. Bueno dale, dejate de pavear y publicá lo que sigue...
ResponderBorrarComentario que baja línea (demasiada) y que no va con el espíritu de esta comunidad, nota: -7
BorrarAh, y para que no siga comiendo ansias, cada viernes por este bati canal, a la misma bati hora (ten o clock) estará esta bati columna pronta para su deleite... o desprecio, lo dejo a su criterio.