Melina y Federico son dos maestros oriundos de Santa Rosa que se desempeñan en la Escuela 119 de Piedras blancas y que nos narran su experiencia docente en contextos no demasiado privilegiados, con énfasis en el proceso de creación de un equipo de rugby.
Considero que en el tiempo que trabajamos juntos,
somos una buena dupla. Yo siempre digo que la figura de Federico en el
comunitario era, capaz, la única figura masculina positiva que tenían muchos gurises.
Porque en las familias, en general, la figura masculina es decorativa o ausente.
La tarea comunitaria en soledad debe muy difícil.
Yo siempre tuve compañeros y ahí se lleva de otra manera.
Hay veces es la escuela el único espacio que les
marca lo que sí y lo que no. Para garantizarles a todos que aprendan bien hay
que ser siempre coherente y justo. Los niños tienen la mira puesta que no haya
excepciones y para eso nos estimulamos entre nosotros.
El permanecer tantos años tiene que ver con eso, el
habernos nutrido y no habernos quedado con la visión negativa del principio, de
lo que no se podía hacer y siempre inventando proyectos. Eso los niños lo
perciben y hemos hecho cosas increíbles. Siempre estamos como inventando
proyectos para proponer otros mundos posibles y que ellos se sientan parte.
Otro gran experiencia fue en pandemia, cuando las
clases presenciales eran pocas y con Federico llevamos adelante la radio
comunitaria vía web con el eslogan de “Radio campamento, la radio que te pone
en movimiento”.
La radio fue algo que nunca habíamos explorado y nos permitió estar en contacto y llegar de otra manera a la comunidad en esa época de aislamiento. Fe algo innovador que nos permitió pensar la escuela más allá de las paredes, porque uno ve la escuela y la estructura que se te viene siempre es el edificio, pero hay otras formas de hacer escuela y en ese momento la radio hizo que la escuela llegara a los hogares.
¿Y para ustedes cuál es el proyecto que
sobresalió y sobresale?
De todos esos proyectos el que sobresalió y tuvo
una vida propia son Las Águilas, porque ahí hay un fenómeno que no logramos
descifrar y no sabemos cuánto va a durar porque las chiquilinas empiezan a
crecer, pero ellas siguen al firme con el equipo.
¿Sigue siendo el mismo sentimiento del primer
día?
Cuando nosotros empezamos yo les dije a las chiquilinas,
sin ánimo de amenaza: “¡miren que nosotros salimos una hora antes para llegar!
Yo no quiero llegar a Tula y Belloni y que ustedes no estén porque este
proyecto se acaba hoy!
Y la verdad es que nosotros nos levantamos
temprano para hacer el trayecto, así sea en nuestro auto o en el ómnibus para
poder llegar y ya cuando vas llegando, se ven unas camisetas verde flúo
resaltando y uno dice “ahí están Las Águilas”. Y eso emociona, gratifica y
desafía.
No tenemos hijos propios por opción pero sentimos
que cada águila es parte de ese paternar y maternar a nuestro estilo y con
nuestro deporte, y asumimos ese compromiso. Siempre estamos pensando, craneando
cosas como para para sumar en su proceso.
Yo siempre digo que la gente busca trascender de
distintas maneras. Algunos trascienden en sus hijos y en sus nietos y nosotros
vamos a trascender con las Águilas, independientemente de que este proyecto
dure dos, tres, cinco o diez años.
Estamos cambiando de historia de esta gente que
pudiendo hacer cualquier otra cosa decide dos veces por semana juntarse a jugar
rugby.
Más difícil es ya estar federado, cumplir con el
calendario de la URU lo máximo que se pueda, controlar que estén toda la fichas
médicas al día.
Nuestra idea no es masificar por masificar sino
que no se pierda la esencia de las Águilas,
que cada chiquilina sea parte, que nosotros la conozcamos con su nombre, su
apellido y su historia, y que nos apoyemos para crecer juntos. De nada sirve
tener 200 jugadoras y no sabes ni quiénes son.
¿Cómo ven la etapa de la adolescencia en las chiquilinas?
Una cosa que vimos en muchas es que los 15 es un
año complejo. Después están las que tienen 16 y 17, ya es otra cosa. Están
las mayores que ya trabajan y tienen que
congeniar trabajo con deporte. Al ser mayores de
edad tenés que ver cómo les hablas, cómo encarás, cómo marcás el límite. Es
diferente.
¿Están teniendo ayuda a la hora de
entrenar?
Ya tenemos Águilas mayores que nos dan una mano
al entrenar y eso oxigena.
¿Como es el comportamiento de los grandes?
Están empoderados del proyecto pero
igual aunque sean mayores no te creas que no hay que llamarles la atención,
estar ahí, hacerles la contención, preguntarles cómo está tu trabajo, la
familia, etc. Una de las cosas que más hacemos nosotros es estar pendientes de
sus redes sociales para que no se expongan innecesariamente en las
publicaciones.
¿Y qué creen que les dejará la experiencia de Águilas
a los niños y niñas que han participado?
Para mí lo mejor de Águilas es que hay alguna que
por el perfil competitivo que tiene, sabés que si se dedica a esto, por la
experiencia que tuvo (jugar con la selección, viajes, estar vinculada
laboralmente con el mundo del rugby, haber conocido a otra gente), va a tener
muchas oportunidades. Otras no tienen un perfil competitivo, es más social, y
van a estar hasta que la vida se les empiece a complicar y tengan que arrancar
para las 8 horas. La cosa es que cuando pasen raya y sean adultas, digan “pa,
qué bueno estuvo esta etapa en mi adolescencia con el rugby, fuimos para acá y
para allá, ganamos, perdimos, reímos, lloramos, ganamos copas, etc.”.
¿Y esperan que este proceso cumpla ese refrán que
dice que el alumno superó al maestro, y que ellos en el futuro queden al frente
de las Águilas?
Una de las ideas es que ellas se vayan formando
para que agarren la posta. Nosotros siempre decimos con Fede que nosotros no
vamos a ser eternos, uno puede sostener y contener y apoyar hasta que esto tome
forma, y que vayan tomando el relevo.
Eso sería como la conclusión máxima para
consolidarse. Tendrían que empoderarse todos los demás y continuar la obra.
Ejemplo es que a una gurisa se le pueda despertar
el ser docente, de hecho tenemos una chica que no fue alumna nuestra pero llegó
al equipo por una jugadora y este año empieza profesorado de educación física.
Ahí uno no ve el alcance que puede tener todo esto.
¿Cómo fue el viaje a Argentina?
Pua… esa fue una experiencia tremenda, aparte de
ya conocer varios departamentos, ese viaje fue lo máximo. Cruzar el charco
nos implicó hasta hacer permisos del menor y ahí se movilizó gente que ni
siquiera se veía, que ejercen su paternidad de distintas maneras.
Pero fue un proyecto que nos pusimos en mente, se trabajó, se
hicieron rifas, se viajó, se trajo la copa, vinimos con una gurisa quebrada
pero fue una experiencia inolvidable. Sobre todo para muchas que nunca habían
salido del país. Además, en ese entonces nadie de juvenil había viajado a otro
país y eso le hizo un ruido grande a la Unión de Rugby del Uruguay, pero que
fue para bien.
¿La gente se sorprende cada vez que las Águilas llegan a la
cancha?
Olvidate. Nosotros bajamos del ómnibus y bajan y bajan chiquilinas
y si vos estás viendo esa situación y la cantidad que son, te lleva a
sorprenderte y a decir “pah, qué genial, y además nosotros no sabemos por qué
el fenómeno se da en las mujeres, porque cuando arrancó el proyecto se lo
presentamos a niños y niñas y en cada pretemporada nueva siempre se suman más
varones, pero son pocos los que sostienen. Pero las chiquilinas sí sostienen,
se dan manija y siguen.
¿Por qué las chicas responden y los varones no? Es un misterio.
Muy buena columna !!
ResponderBorrarQue obra de bien y que bueno que haya alguien fuera del mudillo del rugby que lo haga conocer bo.
ResponderBorrarQué lindo proyecto. Cada capítulo que publicás se le agarra más cariño a Melina y Federico. Como dice la gurisada "entendieron todo"
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