Estas obras fueron elaboradas en conjunto con la audiencia de Todo Por La Misma Plata, programa que aún se emite de 15 a 17 horas por M24.
¿No le gustó? Reclame a quien corresponda.
LUIS Y LA GLOBA
Érase una vez un niño llamado Luis, nacido en una
familia acomodada al que le gustaba soñar.
Luis soñaba con las olas, el viento, sucund;un
sucundún.
Una tarde, retozando en aguas océanicas, quiso ser periodista, pero al conocer la historia de un joven que se desgració en el Goyenola, desistió. Y ahí fue cuando miró hacia el horizonte y dijo: “¿dónde está la glouba?”
Y como la globa no vio, al suelo le pegó.
Casualmente, por allí pasaba un ojeador de futbolistas juveniles llamado Nelson Spillman, que le preguntó si no quería probarse en Danubio. La idea de ir por la curva no lo convencía, pero en medio la cañada no se cambia de caballo.
Con mucha emoción y expectativa fue a probarse a
Danubio, y luego de un día entero exhibiendo sus capacidades, tuvo una reunión
con el DT Gonzalo que le dijo: "¿Vos te pensás que yo te quiero en mi equipo. ¡Tas
Loco!"
Su madre Julia lo vio muy apenado por la situación vivida. Acariciándole la cabeza le dijo: “las nubes pasan pero el azul queda, como decía papá”.
LA TORRE DE PISA DE TRINIDADÉrase una vez un rascacielos construido en Trinidad.
En la cima del rascacielos vivía un calvo señor llamado Edgardo.
A Edgardo le gustaba admirar el campo y siempre le
decía al constructor: hay orden de no aflojar.
Un día se apersonó un hombre llamado Oscar. Que le
dijo a Edgardo:
“Edgardo, este rascacielos debería tener más de 40
pisos”.
Y agregó: “te abrazo como empresario, como decía
Ernesto”.
El piso 40 estaba reservado para un club de amigos
malla oro. El club contaba con una barra libre donde la única bebida era el
whisky escocés.
Lamentablemente, y pese a las advertencias hechas en
su momento por Leda Sánchez, un sismo de escala 4,9 provocó serias fallas en la
estructura de la torre, que amenazaba con venirse debajo de un momento al otro.
Nadie supo por qué el lobby había una majestuosa
fuente llena de bagres y tarariras, donde se permitía a los niños jugar al tradicional
juego uruguayo de separar dichos peces.
La torre, parecía venirse abajo encima de las pobres
criaturas. Y mientras un niño llamado Luis Alberto contemplaba la llegada de la
muerte, tararira en malo, mágicamente la torre quedó, inclinada, sí, pero
detenida en el tiempo y en el espacio para siempre.
Desde entonces, el acervo arquitectónico uruguayo
cuenta con un emblemático edificio: la Torre de Pisa de Trinidad.
LA YEGUA Y EL OBJETO BRILLANTE
Era una mañana fría y Martina, como cada jueves,
cortaba el pasto de la cancha de Boston River. Pero de repente, se quedó sin
tanza en la bordeadora.
Martina estaba cansada, la noche anterior había sido difícil: la ciudad en la que vivía había pasado una gran helada.
A lo lejos vio a un hombre acercándose, caminando con dificultad. Y a pocos metros, divisó un objeto metálico y pequeño.
Cuántas cosas pasaron por su mente cuando aquel objeto brilló en la grama. Acto seguido, quiso levantarlo antes que el hombre llegara.
- "Hola", dijo el hombre. "Te quedaste corta… de tanza".
El hombre, de profesión general, era un gran fanático del trabajo de Martina, aunque éste era un desconocido para ella.
-Tengo unos caballos… y una yegua que te pueden ayudar.
-¿Y usted quién es?
-Soy Ernesto.
-¿Qué Ernesto?
-El dueño de todo esto…
Martina sonrió. Ella desconfiaba del desconocido, pero el sábado una nueva final del baby la obligaba a dejar el pasto en optimas condiciones. Sabía que debía aceptar la yegua.
Martina finalmente agarró el objeto brillante, descubrió que tenía un interruptor, lo accionó y bueno… una cosa llevó a la otra, y el partido terminó en vestuarios.
Es imposible
hablar mal de Arturo porque siempre se ha portado bien con los amigos. Sin
embargo, una lejana tarde de invierno, allá en su Pando natal se enamoro de una
vecina. Lo cual no sería problema de no ser porque su vecina, llamada
Anastasia, estaba comprometida con su amigo de toda la vida, Armando.
Armando era
un capo narco en Pando. Incluso en Pando había un dicho: te metés con Armando,
y quedás blando. Anasatasia era muy atractiva. Estaba más fuerte que patada de
allanamiento. Dejaba un rastro de luz a su paso al caminar. Tenía boca de
fresa, y sus ojos, dos luceros.
Una noche, en
un baile del Urupán, se cruzaron mientas bailaban Violeta, de Alcides. Hubo
cruce de miradas. Y Arturo, sin dudarlo, fue hasta el baño, se encerró en el
toilet, y sin decir agua va, le envío una foto del petiso.
Con tanta
mala suerte, que el mensaje le llegó a Armando. Armando se hizo pasar por su
novia, e invitó a Arturo a tener un encuentro de carácter intimo en un lugar
oscuro, cerca de las vías.
Arturo, ni
lerdo ni perezoso, arrancó rumbo a las vías. Al llegar, encontró a Anastasia pero
no estaba sola.
Él, emocionado, salió a su encuentro. Pero le sorprendió el gesto de Ansatasia, frío y taciturno.
-¿Ta todo bien? Mirá que si no querés, está todo bien.
Ella no respondió. Respondió Armando, que salió de entre las sombras con su séquito detrás.
- Te equivocaste conmigo, Arturo.
"Pará,
Armando. Acá hay un error, no es lo que parece”, mientras se subía la ropa
interior de Garfield.
Sin mediar
palabra alguna, Armando chasqueó sus dedos, y uno a uno, los esbirros de
Armando fueron acuchillando salvajemente al pobre Arturo, que ya envuelto en un
charco de sangre vio como se amada, lenta aunque decididamente, se aprontaba a
finiquitar la faena.
La cámara se
aleja mientras suena 70 puñales de Buitres.
SE CONSERVA EN FORMOL
Esa mañana de
verano ella caminaba por la playa desierta. La brisa del amanecer acariciaba su
rostro, al tiempo que secaba sus lágrimas mezcla de bronca y tristeza.
Aquellas palabras aun resonaban en su cabeza, una y otra vez: “quiero tener una relación abierta”.
- Abierta… definime abierta.
- Y bueno, Daniela… abierta… es decir… estamos juntos, pero podermos estar con otros también.
- ¿Y si yo no quiero, Rubén?
- Ahí tendremos que definir…
- ¿Y qué se te dio ahora?
- Y no sé, gordi… como que quiero explorar…
- ¿Y no te parece un poquito tarde? Ya estás viejo, Rubén. Mirá lo que sos. Te quedan los últimos cartuchos.
De repente
Daniela se despertó sobresaltada. Miró a du derecha y Rubén dormía
profundamente. Vio que el celular Rub;en titilaba. Lo revisó, algo que ella
generalmente no hacía. Pero el que busca, encuentra.
Vio un
mensaje. De un tal Carlos, el imprentero. El mensaje la estremeció: “Bichi, ojo
que anoche te dejaste la campera acá”.
Presa de la
furia, Daniela no dudó en ahogarlo con la almohada empapada en formol.
Dos minutos
después, cuando aún tenía la almohada entre sus manos, el celular volvió a
titilar: “Disculpa, Ruben. Le erré al dedazo. Abrazo grande a vos y a tu
mujer”.
Sentada en la cama, abrazó la almohada y lloró.
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